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Se agitó con una especie de movimiento sinuoso, como una pitón; diversas partes de aquélla gran anatomía cambiaron de posición y se desenroscaron sin que el durmiente tuviera conciencia de ello. Entonces se rascó el muslo, gruñó y se incorporó a medias, solo para volver a relajarse y desinflarse como un globo pinchado. Al fin, abrió los ojos y examinó el borroso techo, sus volutas y sus querubines, sin forzar la atención, viéndolo a la vez todo y nada.
Lawrence Durrell
Monsieur
El quinteto de Avignon
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