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Estuve con él en Miraflores de la Sierra, un verano, y me dijo :«Este es el paisaje de 'La destrucción del amor'. Grandes ondulaciones del espacio, alta montaña, paisajes plurales, el cielo como un águila al mediodía, el perfume del mundo en verano: perfume macho y hembra de la gran naturaleza. Luego, no todo era inventado» (De Francisco Umbral a Vicente Aleixandre.)
Muy afanosamente he pasado yo también mi tiempo viendo esos mismos paisajes donde Vicente Aleixandre, en la sierra madrileña, adormeciera sus versos, pero ya su casa estaba vacía, como un museo del recuerdo, y los poetas y artistas no clamaban ya con esos ardores que da la emocionada voz. Él fue un poeta que cultivó la amistad por excelencia.
PLENITUD DEL AMOR
Qué fresco y nuevo encanto,
qué dulce perfil rubio emerge
de la tarde sin niebla.
Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida,
derivaba hacia oriente
en triste y vana busca del placer.
Cuando yo había visto bogar por los cielos
imágenes sonrientes, dulces corazones cansados,
espinas que atravesaban bellos labios,
y un humo casi doliente
donde palabras amantes se deshacían como el aliento
del amor sin destino…
Apareciste tú, ligera como el árbol,
como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía, envuelta
en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul. (V. Aleixandre)
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