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Esta obra pertenece a la serie Sumergidas.
La inmersión en el agua como un verdadero y auténtico rito de purificación... la interioridad del medio, el agua.
Allí están ellas, algunas que van hacia lo profundo, alguna que se pregunta “Que tan profundo deben llegar...”
Las imágenes de esta serie tienen un carácter de ensoñación, el agua como una instancia de distanciamiento y una metáfora del mundo interior, en cada obra se produce un efecto particular, la inmersión en el medio líquido parece devolver a las imágenes a un estado de gravidez pre-consciente, y esto las dota de una extrema fragilidad y vulnerabilidad.
Este medio cristalino también “delimita” un espacio, en el cual las imágenes aparecen dialécticas, en tanto tensionan los conceptos de límite e inmensidad, de lo finito y lo infinito. El agua que las contiene y las rodea como un elemento ambivalente de transición entre lo terrenal y lo etéreo, elemento flexible y dúctil que se adapta a todas las formas posibles, solvente universal en el que todo comienza y todo termina.
Ellas, las protagonistas de la obra eligen el agua, su simbología, su sensualidad, su fuerza, la poética del elemento, la magia fértil de lo húmedo... porque en el agua todo se disuelve, toda forma se desintegra, toda historia es abolida.
Nada de lo que existió anteriormente subsiste, ningún perfil, ningún signo, ningún acontecimiento.
Desintegrando toda forma, las aguas poseen esa virtud de purificación, de regeneración y de renacimiento; porque lo que es sumergido en ellas muere, y al volver a salir de las aguas, es capaz de percibir una nueva revelación de comenzar una nueva vida propia...
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México
