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Subia por tierras moradas inclinadas con el viento arañando mi triste silueta, mis ropajes y mi alma pertrecha. Estaba en contra mia la pendiente y cada paso que subia las nubes me decian- ¿A donde vas, viajero, tan decidido a escalar y llegar a la cumbre de este anciano rostro de tierra y aspero?- y yo les dije -¡A acariciar vuestros trazos de anaranjados y violaceos, que el oleo os ha acariciado con delicado cuidado, para saber que se siente al tocar los colores mas bellos que jamas haya soñado!
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