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Hordas de bestias mecánicas acampan a las afueras del laberinto: Son fantasmas ciegos que vienen rastreando una profecía desde el borde de lo improbable. Sus cuerpos oxidados sudan aceite inmundo, fétido humo, desolación. Costras de sangre en sus quijadas nos avisan que son viudos de sí mismos, que en el camino van dejando memorias de fuego, arboles decapitados, yermo. Su historia es una larga elipse de lluvia seca, engranes desgarrando tierra, desencuentros con famélicos ejércitos andrajosos. Son mutantes de mitologías apócrifas cuyos cuerpos de pesadilla duermen sobre llamas. Resopla su cansancio de siglos, su dureza de oráculo. Ahora el mar de bestias siembra su sombra, espera.
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