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Tras la observaciòn de manchas de color y sus formas indefinidas sobre èste lienzo, descubro en ellas, al lado izquierdo de mi rùbrica y en su àngulo superior, un rostro de rubia barba, boca abierta y ojo derecho de desigual tamaño –compartido con ojo de cisne-, que refleja magno estupor y que se encuentra mordido en su frente por un pez redondeado, de dientes afilados. Horizontalizando el cuadro, hacia la izquierda de mi firma, visualizo una especie de fiera bìpeda, con cabeza formada por 3 partes diferenciadas y ovaladas, en tonos rosàceo y marròn, envestida en su cuello, por un ave de fino pico, y abrazada por 2 patas de un caballo -agredido en su mandìbula, por otro vertebrado acuàtico- que bien parece estar abordàndola por detràs-. Su aspecto se escapa a mi entendimiento, aunque puede evocar a un cuerpo robotizado.
Desde èsta misma posiciòn horizontal, -por su lado derecho, y de abajo hacia arriba-, vislumbro un rostro de mujer, cuyo ojo izquierdo es compartido con otra figura, que parece estar coronada, por otra aùn mayor, ambas de apariencia extracotidiana. En el àngulo superior derecho –justo encima de mi firma-, finalmente destaca, una imagen femenina cuadriculada -de tocado y pendiente colgante, de corte egipcio u oriental-, que es atrapada por su narìz y mandìbula, por sendos feroces peces marinos, de aguzadas dentadura.
Queda aquì matizado pues, lo que considero he visionado, por debajo del nivel de mi conciencia, al dictado de mi subconciente. Pasando desapercibido al campo de conocimiento el sentido de la obra, y dejàndolo por tanto, a la libre interpretaciòn del psicoanalista, o de cada cual individualmente.
Conviene la rotaciòn de la obra para su òptima contemplaciòn, pues la localizaciòn de los elementos avistados puede darse, desde una situaciòn vertical u horizontal de la composiciòn.
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