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AÑORANZA
Si miro la niñez
levemente inquieta,
tiernamente esperanzada,
anclada, evaporada en el aire
de una sonrisa, volando, saltando,
en inconstante alborozo...
Si miro la adultez,
con sus ramas rotas,
a veces desconsoladas…
¡Oh!,
alegría pura del agua que sonríe,
sonora en nuestra boca,
cuan afecto dulce, que corre inquieta en las fronteras del tiempo,
en el cielo de la nada, diluida, embobada, engreída.
Luna de los ojos incendiados,
del silencio de los luceros de la noche misteriosa.
Niñez, vejez, dos polos que se unen,
más allá de todo camino cabalgado,
para morir hoy en las pupilas de tus ojos dilatados…
José Francisco González Ramírez
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