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Caminando por el borde costero de Anahuac descubrí una lancha olvidada en el tiempo y con el pasar de los años las ramas de los árboles fueron invadiendo la cubierta putrefacta del viejo navío. Angelmó, Puerto Montt.
Lápiz pastel graso sobre opalina hilada.
Una tarde monótona y gris en que me aburría, mi imaginación, aparentemente molesta por ser ignorada, se tomó unas vacaciones… y nunca volvió. Había perdido lo que el poeta Wordsworth llamó mi “mirada interior”. La había perdido o dejado por ahí en algún lugar del mundo... Ver más información de Cristián Hugo Contreras Delgado
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