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Fotografía digital color de autoria propia.
Cada año cuando voy al mar los veo, no tienen dueño, vagan sin rumbo pero tienen en su rostro la felicidad de gozar de la libertad, comer en cualquier parte y sin pretensiones, correr incansablemente a las gaviotas en el atardecer y creerse dueños de la playa por breves instantes.
Se acercan a todos en busca de una caricia fugaz, los siguen unos pequeños metros y luego se detienen y vuelven a su rutina.
Yo los siento mios porque como dice una canción de Alberto Cortez \" era nuestro perro porque lo que amamos, lo consideramos nuestra propiedad y durante los 7 dias que yo permanezco alli no me separo un minuto de ellos, les doy de comer y nos acompañan todas las tardes hasta la casa y alli se quedan hasta la mañana siguiente.
Amigos fieles, sin tiempo ni esperanzas, que salen a mi encuentro despues de casi 300 dias de no veme y me reconocen a los saltos y a las caricias.
No hay amor más incondicional en la vida que el de los animales, siempre dando sin esperar recibir nada a cambio.
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