He dejado mi cuerpo tendido en la ilusión por irme por un mundo de amaneceres y lunas. De luciérnagas y espejos.
Y luego me doy cuenta que apenas empieza el día. Y me voy a tejer mariposas. Mientras el café me da la espesura de un siglo de canciones pequeñas corriendo por los arroyos, como peces cualquiera que transcurren entre las piedras y las hojas que caen anunciando el otoño.
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