El monte del Gozo (Memorias del Sur)

• País: España
• Categoría: Dibujo
• Técnica: Lápiz
• Medidas: 11.42 x 8.27 in
• En Artelista desde: 29 de noviembre del 2017
• Etiquetas: monte, gozo, almeria

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Era enero. Habíamos llegado a aquel lugar de todas las partes del país. Quizás éramos unos miles, todos allí reunidos, de pronto, en el CIR nº 6 del Campamento Álvarez de Sotomayor, Almería.---Quien más, quien menos, estaba consternado, aturdido ..., se sentía perdido. ¿Para qué lo habían traido allí?. Pero aquel estupor inicial no duró mucho, la mayoría pronto asumió la nueva situación : había empezado el servicio militar, "¡la mili!"---.---La instrucción y los ejercicios físicos nos pusieron pronto en forma. El sol, que lucía permanentemente en un cielo sin nubes, de azul purísimo, nos puso morenos, y el aire crudo de la sierra pronto nos produjo sabañones, ... ¡se avecinaba una insólita aventura! ---.---Nos daban bien de comer : callos con garbanzos, carne de vaca de Argentina, conejo ..., en fin, cosas contundentes. Y por la noche, caer rendidos en la cama era como un regalo; nos dormíamos al instante, y como troncos---.---Para mí aquello pronto me pareció algo así como el Limbo. Mi vida anterior había quedado en suspenso, pero no la echaba de menos. Ni siquiera me apetecía bajar los domingos a la ciudad.--- En aquel cenobio gigante, pronto se trabaron lazos amistosos, de alegre camaradería. Cualesquiera que fueran nuestra procedencia, nuestra formación, nuestro estatus social antes de llegar allí, dejaron de tener vigencia ante aquella repentina uniformidad de cabezas rapadas y uniforme caqui. Podría parecer que no, pero aquello era perfecto.---Yo estaba feliz. Sin embargo, sí, eso es, siempre hay un "pero", un "sin embargo"; poco a poco me di cuenta de que tenía un problema : comía y comía y no sentía ganas de ir a la letrina. Pasaron así una, dos semanas ... y no, nada. Recuerdo con nitidez una tarde después de comer, sentado al sol en unos escalones laterales de nuestro barracón junto a mis compañeros, escuchando algo que decía nuestro sargento, y sentirme subitamente atribulado por un pensamiento : "¡Dios mío, soy como un saco sin fondo, aquí, fermentando al sol !, como un saco ... ¡de mierda!"---.---Hablando con otros compañeros comprendí que aquello era un lamento común en el campamento, nos pasaba a todos. Y así, llegada la noche, subiendo colina arriba se veía un peregrinar de sombras hacia aquel lugar en lo alto, donde acudíamos con la esperanza de desembarazarnos de tan humillante cruz. Por el camino los veteranos nos advertían con mucho cachondeo : "Y sujetaos bien la gorra con la mano, que hay gente que manga gorras por ahí ..."; como si alguno de nosotros se hubiera atrevido a salir corriendo tras el ladrón en mitad de la faena.---Así pasábamos nuestros días y noches, en una creciente desazón. Hasta que de repente algo cambió. Fuimos muchos los que sentimos que en nuestro interior una revolución se había puesto en marcha. Comprendimos que el torpe agujero, por fin estaba listo para abrirse. Y de pronto sentimos que el Limbo cada vez más precario, en realidad estaba a punto de hacerse cielo. Y sin perder tiempo, jubilosos, iniciamos en una noche distinta la ascensión hacia la letrina ... en lo alto de aquel monte.--- Una vez arriba, nos demoramos a gusto, felices, sin importarnos ya el oprobio de nuestra intimidad una vez más violada (no había puertas ni cortinas), pues aquella ceremonia nos elevaba por encima de tan insignificantes detalles. Y así, durante un rato nos sentimos unidos en una hermandad de cuya existencia nadie allí había tenido noticia nunca.--- Sería una noche oscura, pero probablemente todas las estrellas nos lanzaron un guiño, y la luna sonrió. Entre gruñidos de placer dimos las gracias al Dios de cada cual : habíamos alcanzado la Gloria.--- JLP, Madrid, noviembre 2017.