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Es otoño. Sí, el dibujador recuerda la estampa. Cuando en las tardes de la meseta más agreste se instalaba el gran silencio.
Atardeceres con poso de melancolía hasta en las almas infantiles. Un puñado pobre de muchachos flacos a la busca de algo. ¿Qué? No importa, lo que sea para distraer ese barrunto del tiempo oscuro.
¿Hay juguetes?. ¡ No ! ¿Hay tele? ¡No!, (no es domingo, que es cuando echan \"Bonanza\" y luego, anocheciendo, \"Viaje al fondo del mar\"). ¿ Hay merienda ? Merienda, hmmm, merienda ... Sí; a elegir : pan con uno o dos torreznos, o pan con vino y azúcar, o pan con agua y azúcar ... Al dibujador le cuenta el Julián, (con gran ciencia en la cabeza, pues siempre habla como muy serio) : \"... Si el chocolate no es más que barro purificado\". Y el dibujador, pensando en las tremebundas tabletas de chocolate \"Numancia\", está por creerlo un poquito. Pues, ese chocolate \"de hacer\", que le prepara la madre por su cumpleaños tiene una textura terrosa de lo más sospechosa. ¡ Menos mal que, para prepararlo, la madre coge y lo funde en leche caliente. Y luego, ris-ras, ris-ras, con la cuchara para que no se pegue ni queden grumos.
- Bueno, y después de la merienda, ¿ qué ? ¿ adónde vamos ? - Yo cuando sea mayor quiero ser médico -suena una voz - ¿ Para qué ?, pregunta cómplice inmediata, ... ¡Pues para verle el culo a las chicas ! ¡ jua, jua, jua ! El dibujador hace como que ríe - que no se rie de verdad, no - para que los demás no noten nada raro en él. Porque un culo es tan sagrado como la Custodia del cura - piensa - . Y por tanto un chiste tan basto le parece una blasfemia. \"Y además, si consigues verle el culo a una chica engañándola, ¿donde está la gracia ?\"
\"Un culo, - y más de chica - ¡es sacro sí, hmmm, al tiempo que tan inquietantemente misterioso !... \" \"Pero ni por las chicas ni por lo que sea quiero ser yo médico -concluye el dibujador- ; siempre que el médico va a tu casa es porque ha ocurrido una desgracia. Y a menudo el cura viene detrás ...\"
- Bueno; ¿ pero adónde vamos ...?
-¡ Adonde cagó el conde ! - responde el Paco para todos - Y otra vez el suena coro de \"juajuajuas\".
Por la carretera enfila finalmente la parva infantil. Hacia la puesta de sol camina. Tiramos piedras a la laguna. A ver quién la tira más gorda. ¡ Porque no va el Alfredo esa tarde, que si no !...
El Alfredo a veces desaparece. Ruidoso como es, y sin embargo, cuando se pone murrio ... va y \"se pierde por ahí\".
Y, silvestre como es también - tal vez el más silvestre de todos -, acaba a menudo en algún hueco, oculto. Como un hurón.
O simplemente se encarama a lo más alto de un árbol. O mejor dicho, de \"su árbol\"; que es un viejo olmo a los pies del campanario.
¡ Chiquitos, mirarlo donde está !, alguien se da cuenta. Y todos miramos ahí arriba. Lo hacemos con respeto. Pues, cuando el Alfredo sube tan alto (ninguno nos atrevemos tan arriba) es que no quiere estar con nadie.
Se diría que medita.
Es el otoño. La murria de las tierras altas. Tierra de simones estilitas y anacoretas infantiles. Tierra de eterno otoño.
Nota : el viejo olmo hace años que se murió, y el chiquito que lo subía hace mucho que dejó de subir a los árboles.
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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