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El cuadro al óleo Rostro nº3 se distingue por su tratamiento particular, donde el artista ha empleado técnicas para modificar el color y las texturas originales de la escultura, llevándolas a un terreno más personalizado.
Los tonos pardos y ocres predominantes en la obra permiten vislumbrar matices azules, lo que contribuye a enriquecer y equilibrar el cromatismo del cuadro.
Este enfoque otorga a la obra una nueva dimensión, ofreciendo al espectador una experiencia visual que va más allá de la mera representación de la escultura original. La búsqueda de una colorimetría diferente y la exploración de nuevas texturas en el espacio de la pintura transforman la obra en una interpretación única y personal del antiguo retrato de Antinoo.
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