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Efigie de la diosa griega Baubo en un desierto con orquideas antropomorfas

Información de la obra original

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Descripción de la obra

Baubo, una diosa menor de la antigua Grecia, la llamada “diosa de la obscenidad”. En la mitología griega, Baubo es una mítica mujer reconocida como una especie de mujer, al parecer prvenía de Eleusis, a la que Hesiquio llama niñera de Deméter, si bien la historia más común es como sigue: en su deambular buscando a su hija, Deméter se encontró con Baubo, quien la recibió hospitalariamente y le ofreció algo para beber. Cuando la diosa, estando demasiado abrumada por la pena, rehusó la bebida, Baubo hizo un gesto tan extraño que la diosa sonrió y aceptó el trago.
En varios momentos de la historia griega se representaban Figuritas llamadas «Baubos» se hallan en ciertos lugares normalmente con relaciones griegas. Producidas en masas, las había de varios estilos, si bien lo básico es que siempre exponen la vulva de alguna forma:

Una figura regordeta, con las piernas abiertas, haciendo un gesto hacia su vulva expuesta.
Una figura despatarrada sujetando un arpa a lomos de un verraco.
Un torso desnudo sin cabeza con la cara en el cuerpo y la vulva en el mentón de la cara.
Una figura sentada con una vulva exagerada llenando el espacio entre las piernas.
Las figuritas solían tener peinados elaborados y algunas sujetaban copas o arpas. Algunas tenían una anilla moldeada en la cabeza, lo que parece indicar que eran colgadas de alguna forma, posiblemente a modo de amuleto.

Robert Graves escribe que Deméter (disfrazada) era huésped del rey Céleo en Eleusis. La criada del rey, Yambe, «intentó consolar a Deméter con versos cómicamente lascivos, y una seca niñera, la vieja Baubo, la convenció para que bebiese agua de cebada en broma: gimió como si estuviese de parto e, inesperadamente, salió de bajo sus faldas el hijo de Deméter, Yaco, quien saltó a los brazos de su madre y la besó.» Graves escribe que «Yambe y Baubo personifican las canciones obscenas, en métrica yámbica, que se cantaban para aliviar la tensión emocional en los misterios eleusinos; pero Yambe, Deméter y Baubo forman la tríada de doncella, ninfa y vieja. Las viejas niñeras de los mitos griegos casi siempre representan a la diosa como anciana.»

Existe un extracto del libro
“Mujeres que corren con los lobos” de Clarissa Pinkola, que hace referencia sobre la diosa griega Baubo que se reproduce a continuación.

“Deméter, la madre tierra, tenía una hermosa hija llamada Perséfone que un día estaba jugando en un prado. De pronto, Perséfone tropezó con una preciosa flor y alargó las puntas de los dedos para acariciar su bella corola. Súbitamente el suelo empezó a estremecerse y un gigantesco zigzag rasgó la tierra. De las profundidades de la tierra surgió Hades, el dios de Ultratumba. Era alto y poderoso y permanecía de pie en un carro negro tirado por cuatro caballos de color espectral.

Hades agarró a Perséfone y la atrajo a su carro en medio de un revuelo de velos y sandalias. Después los caballos se precipitaron de nuevo al interior de la tierra. Los gritos de Perséfone son cada vez más débiles a medida que se iba cerrando la brecha de la tierra como si nada hubiera ocurrido.

Los gritos y el llanto de la doncella resonaron por todas las piedras de las montañas y subieron borbotando en un acuático lamento desde el fondo del mar. Deméter oyó gritar a las piedras. Oyó los gritos del agua. Después un pavoroso silencio cubrió toda la tierra mientras se aspiraba en el aire el perfume de las flores aplastadas.

Arrancándose la diadema que adornaba su inmortal cabello y desplegando los oscuros velos que le cubrían los hombros, Deméter voló sobre la tierra como un ave gigantesca, buscando y llamando a su hija.

Aquella noche una vieja bruja les comentó a sus hermanas junto a la entrada de su cueva que aquel día había oído tres gritos: uno era el de una voz juvenil lanzando alaridos de terror; otro, una quejumbrosa llamada; y el tercero, el llanto de una madre.

No hubo manera de encontrar a Perséfone y así inició Deméter la búsqueda de su amada hija a lo largo de vanos meses. Deméter estaba furiosa, lloraba, gritaba, preguntaba, buscaba en todos los parajes de la tierra por arriba, por abajo y por dentro, suplicaba compasión y pedía la muerte, pero, por mucho que se esforzara, no conseguía encontrar a su hija del alma.

Así pues, ella, la que lo hacía crecer todo eternamente, maldijo todas las tierras fértiles del mundo, gritando en su dolor: “¡Morid! ¡Morid! ¡Morid!” A causa de la maldición de Deméter ningún niño pudo nacer, no creció trigo para amasar el pan, no hubo flores para las fiestas ni ramas para los muertos. Todo estaba marchito y consumido en la tierra reseca y los secos pechos.

La propia Deméter ya no se bañaba. Sus túnicas estaban empapadas de barro y el cabello le colgaba en enmarañados mechones. A pesar del terrible dolor de su corazón, no se daba por vencida. Después de muchas preguntas, súplicas e incidentes que no habían dado el menor resultado, la diosa se desplomó junto a un pozo de una aldea donde nadie la conocía.

Mientras permanecía apoyada contra la fría piedra del pozo, apareció una mujer, más bien una especie de mujer, que se acercó a ella bailando, agitando las caderas como si estuviera en pleno acto sexual mientras sus pechos brincaban al compás de la danza. Al verla, Deméter no pudo por menos de esbozar una leve sonrisa.

La bailarina era francamente prodigiosa, pues no tenía cabeza, sus pezones eran sus ojos y su vulva era su boca. Con aquella deliciosa boca empezó a contarle a Deméter unas historias muy graciosas. Deméter sonrió, después se rió por lo bajo y, finalmente, estalló en una sonora carcajada. Ambas mujeres, Baubo, la pequeña diosa del vientre, y la poderosa diosa de la Madre Tierra Deméter se rieron juntas como locas.

Y aquella risa sacó a Deméter de su depresión y le infundió la energía necesaria para reanudar la búsqueda de su hija y, con la ayuda de Baubo, de la vieja bruja Hécate y del sol Helios, consiguió finalmente su objetivo. Perséfone fue devuelta a su madre. El mundo, la tierra y los vientres de las mujeres volvieron a crecer”.

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