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Fotografía perteneciente a la serie Time to pretend
“Es difícil concebir una cultura indiferente a la eternidad, que rechaza lo durable. Es igualmente difícil concebir una moralidad indiferente a las consecuencias de las acciones humanas, que rechaza la responsabilidad por los efectos que esas acciones puedan ejercer sobre otros. El advenimiento de la instantaneidad lleva a la cultura y a la ética humanas a un territorio inexplorado, donde la mayoría de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido” (Zygmunt Bauman)
A raíz de la inquietud que me genera la división en clases de la sociedad, cómo ha evolucionado hasta el momento actual y cómo los acontecimientos de la crisis financiera del 2008 parecen haber acelerado la transformación y reestructuración del modelo al que estábamos habituados en occidente, intuyo cierta tendencia a la dilución de clases y el vaciado del sentido anterior a dicho proceso. Por ello, intento profundizar en el concepto de inestabilidad que vivimos, donde todo se vuelve confuso e incierto, donde el sueño moderno se difumina, renunciando quizá, como sociedad, a lo que podía haber sido una modernidad fructífera. Los cambios políticos y económicos que comenzaron tras la caída del muro de Berlín, como consecuencia de las teorías impulsadas por Milton Friedman y sus seguidores en la escuela de Chicago, determinaron esta transformación, aún de difícil percepción social. Existen numerosos estudios sociológicos que indican el acrecentamiento de la desigualdad, es decir, una tendencia hacia el deterioro de la calidad de vida y la seguridad económica de las familias, junto con otros factores determinantes como la finitud de los recursos naturales y la degradación del entorno. Todo esto da lugar a una dicotomía clara aún por dilucidar: la mayoría social sigue anclada en el concepto de pertenencia a la clase media y parece negarse a aceptar la realidad de los acontecimientos, pretendiendo ocultar su verdadero estatus o de plano desconocen los entresijos del Sistema.
Para comprender mejor este proceso de transformación sociológico, nos debemos remontar a la implantación del neoliberalismo económico como pensamiento único, que generó un nuevo paradigma que pronto se extendería a nivel global. Favoreció la desregularización financiera y los tratados de libre comercio, a lo que se vino a llamar globalización económica, que conllevaría la progresiva desindustrialización de los países occidentales, con el cometido de reducir los costes de producción de los bienes de consumo y de incrementar la competitividad, provocando la destrucción de puestos de trabajo relacionados con dicha producción en los países del llamado primer mundo. Y aunque esta primera oleada de desempleo fue absorbida parcialmente por el sector servicios, estos nuevos puestos solían estar peor remunerados, induciendo al fenómeno de la movilidad social descendente, es decir, de la clase media hacia la clase trabajadora y empobreciendo a esta última. Al reducir el poder adquisitivo de los consumidores, estos no podían hacer frente a las deudas que habían generado y en 2008 se produjo la rotura de la burbuja especulativa que se había venido generando, provocando la actual crisis en la que nos hayamos inmersos.
La manera de implantar un modelo económico de tales características sin que se produzcan revoluciones, se consigue gracias a un proceso de legitimación en el que se utiliza la psicología social desde los medios de comunicación e instituciones, de una manera lenta y progresiva, reforzando el sentimiento de aceptación de estatus, ¿Qué determina las diferencias en el valor del trabajo, por ejemplo entre un agente financiero y un operario de producción? En las sociedades modernas occidentales, existe una concepción de justicia o equidad, para repartir los bienes y servicios y reducir de esta manera la posibilidad de conflicto mediante la ideología de la igualdad de oportunidades, al igual que existe, mediante consenso general, cierto apoyo a la distribución basada en la necesidad.
El problema reside en que la aceptación de la desigualdad está basada en estas normas consensuadas, pero son aplicadas de forma ambigua: desde los medios de control social, se ejecutan mecanismos de legitimación, induciendo a ser aceptadas por los individuos con una evaluación baja de sí mismos (clases medias y bajas) a través del moldeado sufrido en su origen de clase, en cuanto a aspiraciones educativas y ocupacionales. En contraste, las clases altas aprovechan esta tendencia para lograr justificar las instituciones sociales que generan su poder y privilegios, a la par que defienden que sus contribuciones a la sociedad son proporcionales a las recompensas que reciben y que sus capacidades son superiores a las de los que no pertenecen a ellas.
De la conjunción de esta serie de condicionantes, y con las estrategias llevadas a cabo a raíz de la crisis financiera de 2008, en las que se reivindica, nuevamente, desde los poderes financieros, una devaluación de los derechos adquiridos por los trabajadores a lo largo de la Historia, apreciamos la aparición de una nueva masa social proletarizada; en la que se hayan diluidas las clases medias, con un nivel adquisitivo que difícilmente sobrepasaría el de la obtención de bienes de primera necesidad, convirtiéndose en el mayor mercado mundial en número de consumidores. Una masa que apenas podría consumir, pudiéndose permitir quizá gastos puntuales o de productos baratos, pero no un consumo masivo y de artículos de una calidad mayor; en este contexto, es donde encontramos el triunfo de los productos low cost.
El mercado se adapta para poder generar productos de consumo masivo y al alcance de este tipo de consumidores, abarcando desde la industria textil, mobiliaria, alimentación, coches, etc… que han de ser baratos (los productos) y fabricados en condiciones laborales y legales que sigan generando beneficios, por lo que ya no se busca solamente la descentralización de las empresas, sino también una conciliación de leyes, mediante lobbies de presión por parte de los grandes capitales, que favorezcan la continuación de negocios en países donde, de no ser por esa adaptación, no serían rentables.
Este modelo de sociedad al que nos dirigimos es producto de su empobrecimiento, de una riqueza acaparada por el capital internacional y de una precarización del trabajo, que se retroalimenta de la siguiente forma: continuas bajadas del precio de los productos, en consonancia con el poder adquisitivo de los consumidores, repercutiendo a su vez en la percepción de los salarios.
No es tanto la cuestión del empobrecimiento material, sino la situación de sometimiento a la que está siendo llevado el individuo, lo que determina el enfoque de este trabajo. La desaparición de la clase media, junto a la insuficiencia de mecanismos de protección social, lleva a una dependencia económica inasumible, debida al tipo de trabajo que ofrece el capital internacional y la inversión. Es decir, que esta nueva clase social, conformada por la masa, si bien podrá acceder a los bienes de consumo, dependerá de un empleo que no le proporcionará ni la estabilidad (continuidad en el tiempo) necesaria, ni las condiciones (horario, conciliación con la vida familiar, tiempo de ocio, promoción interna en el puesto etc.) para disfrutar de una vida digna. La percepción general, sin embargo, a día de hoy, es que la mayoría social sigue anclada al viejo concepto de pertenencia a la clase media, mientras se desentiende de la fuente que genera la incertidumbre y contingencia que afecta a su vida diaria, sin apenas conocer el rostro de sus gobernantes.
Por lo tanto, son individuos condenados a uno de los dos destinos en la distopía de la modernidad líquida enunciada por Bauman: ser asimilado por el sistema, asumir lo desarrollado anteriormente, tratando de olvidar sus angustias para simplemente sobrevivir, o ser marginalizados y situarse en la otredad sin solución vital.
Para este ensayo fotográfico, hago una aproximación desde un prisma documental, al modo de vida de la sociedad de consumo, las dificultades que conlleva el no poseer un nivel de ingresos que permite tener una vida acomodada y de cómo se refleja en el tipo de productos que consumen.
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