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Este grabado refleja la radicalidad del movimiento feminista en las marchas actuales que toman la potencia del gesto de esconder del rostro como una forma de hacer, una forma de decir y disrumpir en la sociedad, los medios y el espacio público. Una forma de protección ante la represión y una forma de libertad desde el anonimato.
El rostro sin rostro se ha vuelto el símbolo de la revuelta, del descontento, de la contra. Cualquiera podría ser una encapuchada y esa cualquiera lleva consigo una multiplicidad de posturas políticas que conforman un imaginario de la disidencia.
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