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Glíglico es el nombre de la lengua imaginaria y aparentemente carente de sentido empleada por Julio Cortázar en el capítulo 68 de Rayuela para trenzar de forma magistral, valiéndose solo del poder evocador de ritmos y sonidos, una pieza profunda e innegablemente erótica.
Sirvan estos dibujos, que a mitad de camino también entre la abstracción y la figuración, que apenas muestran al tiempo que sugieren, de ilustración y tributo a un texto tan sensual como hermoso.
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