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Uno de los habitantes más imponentes que podemos admirar en la dehesa, es, sin duda, el ciervo rojo. Maravillosa combinación la del bramido de los toros, con el berreo del ciervo. Es parte de la «música» del campo bravo. Y ahora, juguemos con nuestra imaginación y decidamos si preferimos que este magnífico ejemplar nos está mirando, o tenga vuelta su cabeza hacia la manada de toros bravos, que están en un segundo plano, en el cuadro. Obra inspirada en fotografía original de la que desconozco el autor
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