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Arrogantes, desafiantes, engallados, y sobre todo, guapos. Y son guapos porque tienen trapío, que no es otra cosa que armonía en las hechuras, de acuerdo con su encaste. No hay exageración en sus formas. Cuernas generosas, que no destartaladas, seriedad y nobleza a un tiempo, badanudos, enmorrillados, bajos, apretados en carnes, absolutamente proporcionados a lo que debe ser un ejemplar de toro bravo de Samuel. Inconfundibles en su morfología. Así son estos maravillosos ejemplares del extraordinario ganadero don Samuel Flores, bajo un sol cenital, y que parecieran decirnos: alto ahí, amigo; este es nuestro territorio. Obra inspirada en fotografía original de Benjamín Torres
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