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Como reza la canción «La luna y el toro«, del músico Carlos Castellano, Campanero se llamaba el toro enamorado de la luna, y así debía mirarla a esa luna que nos enamora, también, a todos los artistas. La luna y el toro bravo no sólo han estado unidos en el cancionero popular, sino también, en muchos momentos, en toda la romántica que envuelve al toreo. Haciendo la luna, coincidían, y aún coinciden, el maletilla furtivo, hambriento de embestidas, el toro bravo y esa luna que pinté, quien, generosa, esparce su luz a la escena. Si el sol es parte principal de la colorida escenografía de un día de corrida; la luna llena, como la del lienzo, lo es de la noche en la dehesa. Obra inspirada en fotografía original de la que desconozco el autor
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