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Aunque es preciso meditar y hasta preferible callar, no puede ser aconsejable hacerlo en todo momento, pues cuando está en juego nuestro derecho a la libertad de expresión no se puede asumir el papel de eunucos intelectuales. Siempre y cuando tengamos extremo cuidado en sopesar que nuestro discurso no esté plagado de contradicciones o de falsedades podemos decir con valentía que no somos esclavos de lo que decimos, todo lo contrario, muy dueños de lo que defendemos con nuestros razonamientos.
Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice?, La fría y calculadora sociedad? que termina aceptando todo por la fuerza o por su propia debilidad; aquella sociedad que jura la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Por muchos años mantuve esa postura, la del silencio, la de la reflexión visceral que sólo uno se puede dar. No era tan malo, pensaba al principio. La catarsis se vivía periódicamente en mí ser: observar al otro, ver cómo piensa, cómo se mueve, cómo reacciona ante una situación. Y yo terminaba también callada, sin opinar demasiado. ¡No vaya a ser que mi palabra ofenda, que destruya la calma aparente de la situación! ¡Pecado! ¡Blasfemia! Poco a poco (y con cierto dolor) me fui dando cuenta de que yo misma era lo contrario, ya era una esclava de mi silencio. Esclava, con cadenas de eslabones firmes, incorruptibles. Cadenas tan invisibles y ligeras que no se sentían aferrándose a mi ser, a mi mente. Negar palabras es imponer distancias, el silencio no une. Y el silencio es la energía que se transforma para unir cada eslabón. Esa energía que hace que nos sintamos cómodos en el sillón del estatismo.
Quiero construir, pero no paredes con cadenas. Deseo transformarnos en una sociedad de albañiles de senderos por los cuales transitar, conocer, reír y volver a casa, porque también se necesita en cierto modo volver a las raíces. Senderos para caminar descalzo, sin miedo a las espinas. Caminos en los que nos crucemos con todos los demás, y que al verlos sonriamos de gozo al saber que van con nosotros. Que la necesidad del hombre a comunicarse no se vea impedida por ningún muro, y si los hay, tener las herramientas para destruirlo; aunque podamos quedar heridos un tiempo, también se puede cicatrizar, y esa cicatriz también puede servir de ejemplo de lucha.
If anything characterizes the work of art is its capacity for development and constant rereading. Obviously, I mean the notion of openness: the potential of the works to cause the plurality of meaning, interpretation and artistic discourse. A notion that it is worth remembering from the criticism or art history at a time when explanations abound. The "explanation" by definition closed the speech, abortion art project in the ease of consumption. Faced with the truism that prevails in the...
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