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Imagina el silencio.
Piensa un espacio huérfano de tiempo.
Oscuro, fosco, umbrío, negro.
El albor se derrama sobre tu cabeza.
La luz entra mansamente.
La materia te envuelve en un abrazo pétreo, frío, recio.
No hay nada.
Solo magna oquedad, lienzo de sombras.
Espectador insignificante.
El sol, la luna, el sol, la luna…
Eternamente sol y luna.
Ahora comprendes.
Dios y el escultor se miran y sonríen,
Son tripas de montaña.
Alejandro Beautell, homenaje a Chillida
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