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Acrílico sobre lienzo.
Efectivamente, de eso se trata, de jugar y dejarse llevar, de soltar el trazo y dejarle fluir para que la línea de grafito discurra libre por el papel. La línea como primer elemento expresivo del dibujo nos revela su valor como descripción de una forma o un signo.
Así empecé a dibujar los primeros trazos de ?Panorama de actualidad?, no sabía lo que me esperaba.
Pintar en formato grande te permite una mayor implicación corporal. Los gestos de la mano no se limitan solo a ella, sino que se extienden por el brazo a todo el cuerpo. Es entonces cuando la descarga anímica que el artista vuelca sobre el cuadro en el transcurso de su realización, busca excitar los sentimientos del espectador, provocarle, herir su sensibilidad si es preciso, agredirle mediante la estética explícita o implícita del cuadro, provocar en definitiva, una reacción en él, aunque sea adversa.
Cierta violencia obscena si se desprende al contemplar la escena del cuadro. Una violación no es ciertamente una visión agradable, pero aquí entra en juego la libertad del artista que no debe la factura de la obra a ningún patrocinador ni encargo, ni tema preconcebido. Es un cuadro libre, hecho para el goce y disfrute (o padecimiento, sufrimiento)de quienes le quieran contemplar
Claro que la agresión y la violencia son elementos tan comunes en nuestra cultura que ya han dejado de ser cuestiones anecdóticas para ser percibidas como objetos del paisaje, del paisanaje sociológico de nuestras sociedades humanas. Estamos tan habituados a ella, la violencia institucionalizada, verbal, intelectual que la hemos introducido en nuestros modos culturales de una forma tan natural que es posible que cuando un artista va a pintar una escena de amor, le salga una violación en toda regla.
Desde esta perspectiva no parece tan dramática la contemplación de la obra en cuestión, teniendo en cuenta, además, la factura informalista de la misma. En ella, monstruo violador y víctima se entremezclan en una lucha de líneas y colores, él echando exabruptos por la boca y con el miembro enarbolado dispuesto a entrar a matar, - bien discreto para el dueño que tiene- y la víctima gritando su pánico y su horror ante la situación que se le avecina, a los cuatro vientos, o eso pretende, porque las palabras se le agolpan en la garganta y le salen a borbotones desparramándose en una madeja incomprensible donde no llegan a nadie. Impotencia del violado.
Solo el observador de la escena del cuadro, es partícipe de ese momento congelado en el tiempo, íntimo y cruel, pero su participación es distante, sabe que es una representación pictórica, una alegoría de nuestra realidad más actual, y por eso lo mira desconcertado con una mezcla de expectación y rechazo. Algo incómodo le recorre por dentro cuando finalmente aparta la vista de ella.
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