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Tan solo me paro al borde del camino y observo las
afueras, nuestro vertedero, lo que ya no es y no nos
pertenece.
La materia abandonada me hace pensar en la belleza, en
el respeto a la naturaleza, en nuestra era de consumo que
tira los objetos, en la utilidad o en el certificado de
caducidad de nuestra civilización técnica.
Los coches olvidados, lo que no son las prisas ni la
promesa del futuro, ni siquiera forma parte de nuestras
conversaciones, ni de nuestro universo. En este sentido
sería una pintura de lo muerto, de lo que no interesa
al arte contemporáneo ( ni al hombre contemporáneo),
ya que éste intenta representar su universo inabarcable y
abstracto, reducido a valor, o sea coherente con su tiempo.
Por la pintura no sólo ofrezco la visión de un coche sino
la reflexión también de la modificación de la naturaleza,
la belleza sobre la utilidad, el descubrimiento de las formas
y las lineas bajo el estado de corrusión, todo reducido a
formas, planos, lineas y puntos: el descubrimiento, bajo la
aparencia de algo feo y degradante.
Creo que realizo en un doble sentido pintura de antigüe-
dades, una nostalgia de los discursos y de la coherencia,
quizás no arte, quizás política o un pataleo insignificante,
un aborto artístico, una guiño a mi mismo, una parodia.
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