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Las imágenes nos hablan
de que existe
ese espacio de dolor
y aceptación,
en la realidad esencial
contenida en las leyes divinas.
La figura como emblema.
La pintura se sirve de las posibilidades de las imágenes para referirse al mundo terrenal donde los reinos de la naturaleza tienen en el hombre al rey de la creación.
Los que padecen el drama humano al padecer este cambio caótico que presenta un fin y comienzo de siglo, tienen también en la pintura un lugar de referencia.
La pintura puede reflejar de mil maneras, este pasaje de la historia,
y Esteban Rivero inicia el camino del lenguaje de la pintura para hablar de ese protagonismo del hombre y la mujer en el mundo de hoy, y los va a presentar dentro de los lineamientos de un arte romántico, apasionado, declamatorio.
Sus protagonistas están insertados en el mundo actual,
se abren en el medio de la oscuridad y se posicionan ante la realidad.
Esta realidad es cambiante y llena de contrastes. La luz que devela esa mismidad se conquista con el trabajo de la mirada inquisidora.
A veces las figuras están captadas en un pleno idealismo, otras, más expresionistas, vierten la dureza de un dolor no alquimizado.
Sus seres transmiten sentimientos, sensaciones, esperando ser redimidos.
Interesante comienzo de un pintor que tiene un largo camino a recorrer, ya que su obra inicia un peregrinaje en el que el artista trata de dar a conocer la historia religiosa y sus más oscuros misterios citados en los pasajes que el pintor presenta.
Rosa Faccaro.
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