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La firma, el sentido femenino del destino
Picasso con su firma en sus cuadros, desde el ámbito del proyecto estructural del dinamórfismo, establece la dirección de su sentido al ser flechas que señalan al “autor” con su tiempo.
Francisco Goya, refleja este enunciado, pues, pervive a lo largo del tiempo por ser uno de los primeros artistas que puso en tela de juicio su mundo y cuanto le rodeaba empleando el arte para manifestar su compromiso -político, ético e intelectual- con su tiempo. Mención su Autorretrato de 1771-1773, en este discurrir dinamórfico, por su mirada que nos interpela a cada uno de nosotros a que nos comprometamos con nuestro tiempo para que se imponga la razón y brillen las de la humanidad.
A través de este planteamiento concreto de un artista y su rubrica apelamos a una gramática estética de la humanidad. En particular, proponemos un léxico regido por conceptos visuales en relación con las voces generativa de la dicotomía consciencia/inconsciencia.
Nos apresuramos a comentar, en este punto, que vivimos en una sociedad electrónica donde nos dirige con formulaciones binarias. El concepto arranca de la postura del procesamiento de información que parte de la base de la teoría de la construcción del equipo duro del ordenador el cual se divide en un funcionamiento de patrones binarios (0,1), es decir, ideas acordes con nuestro entorno blanco/negro.
Esta gramática estética dinamórfica se engloba dentro de la raíz Kantiana de finalidad sin fin. Sus reglas compositivas se enumeran bajo la premisa: Vanesa Beecroft, 1969 >. En este contexto, fenomenológico se inserta el fundamento de nuestras razones para actuar. Por tanto, el irruptor dinamórfico acentúa sus acciones dentro del campo isomórfico. Este comportamiento se detecta en el ejercicio de las instalaciones de Spencer Tunik, 1967 >. En este ejemplo, comprobamos la correspondencia biunívoca entre los distintos elementos (artista/obra, creador/participante, físico/mental...) Aseveramos que los simbiontes constituyen los esbozos paratácticos de la formación de la persona (poética/legal). Esta distinción dual la extraemos del libro “Sobre el fundamento” de Ignacio Gómez de Liaño. Y en los mismos textos encontramos otro término armónico con nuestra definición general de la naturaleza del ser dinamorfista. Nuestra personalidad debe descubrir acomodo en toda multiplicidad de vivencias, para ello, ha de darse un proceso de habilitación con carácter formativo en el que la materia debe ser plástica, modelable y configurable. Aquí hallamos las coordenadas para el enriquecimiento de nuestro discurso lingüístico en el que comprende el instrumento conceptual biotécnico como, este caso lo circunscribimos a un paradigma, el photoshop (estos programas con los que manipulamos las imágenes son tanto una herramienta como un medio de expresión cuyo lenguaje nos encauza a dialogar con la grafía de los iconos).
El programa es el órgano constructor de nuestros mensajes. Pongamos un ejemplo del artista norteamericano Christopher Wool. Éste adoptó el estilo > de la pintura de los años 50/60. Operó con distintas técnicas desde dripping de Jackson Pollock también hizo un recuerdo a Andy Warhol y, por último, con letras de molde, adaptados al formato de cuadro, que paradójicamente –por muy estereotipado y anónimos- se convirtieron en la firma de Wool.
Esta marca del autor nos indica la ruta multidisciplinar con su tiempo en el juego visual de fomentar estrategias en las que el sustantivo delimite sus decisiones en función de suma cero. Esta abstracción se ejemplifica en sí, pues, su misma estructura discursiva aplica una proposición dinamórfica de abrir nuevos vínculos para acceder a la raíz de los conocimientos quienes sustentan la acción utópica de la signatura del innovador. Wool lo identificamos con un planteamiento conciso, sus letras de molde, se convierte en modelo en que otros creadores deben poner el acento con la finalidad de explorar su destino.
Este supuesto lo ejemplifico gráficamente con la figura femenina, un aspecto que marco el destino de las obras de Pablo Picasso con su firma. Su madre insinuó que llegaría a Mariscal si se lo propusiese, una hermana suya le hizo sucumbir en periodo del letargo constitutivo en su formación, a su primera mujer le recordó que era español y eso significa una tendencia a la tristeza, a su mujer fotógrafa... le inspiró... y a sus otras mujeres...
En contraposición a nuestro planteamiento teórico detectamos que en 1916 en Zurich de la mano del poeta Tristan Tzara y del escultor Hanss Arp nace el movimiento Dadá en el Cabaret Voltaire. Dos años, más tarde, se une Marcel Duchamps, Francis Picabia y el fotógrafo Man Ray. La intencionalidad del grupo era destructora, perseguían una provocación continua en sociedad. Un arte provocación. Un arte anti-arte. Una contradicción artística es Dadá. A esta conclusión, se llega por la vía de Picabia que le mueve un espíritu de destrucción o por el trayecto de Duchamp que le preocupaba el compromiso entre el artista y la obra. Éste crítica toda concepción artística basada en la tradición temática del arte occidental y la igualdad establecida entre obra y artista; hasta el punto de que la obra es valorada por la firma del autor.
El sentido femenino de la firma lleva, tal vez, en un arrebato de múltiple inconsciencia existencial a encuentrar el nexo que trenza su carrera, por ejemplo, en nuestro autor Pablo a suprimir el apellido paterno Ruiz y a reconocerse con el materno Picasso que, finalmente, señala la dirección de sus obras.
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