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A pesar de haber recorrido esa playa arriba y abajo en numerosas ocasiones, no fue hasta hace un par de años cuando descubrí este rincón. El fondo se corresponde con una cornisa caliza que va desde El Portil hasta El Rompido, en su mayor parte tapada por los pinos para los que se encuentran en la playa e invisible para los que transitan en automóvil por encima. Sólo dirigiéndose desde la playa hacia la carretera o paseando por uno de esos caminitos de madera que transcurren por el pinar paralelos a la costa podemos ver las partes más interesantes de este pequeño farallón, cuyo color anaranjado contrasta de maravilla con el verde intenso de los pinos y el glauco del sotobosque. Pero además aquel día el sol venía desde arriba, y arrancaba los colores más intensos tanto a la vegetación como a la pared rocosa. Llamaba la atención. Parecía estar allí puesto expresamente para que lo pintasen. Y lo pinté.
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