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Este oleo representa un momento pico de la delinciencia en Buenos Aires. Los robos y los asesinatos están a la orden del día. El valor vida es cero.
La obra intenta reflejar, mediante una entramada composición pictórica, el circuito delictivo del robo de automóviles.
El delincuente se mueve al ritmo de las ruedas del auto. Dispara, (se dispara) y atraviesa la mano humanoide del trabajor. Y destroza cabezas y hogares como si fueran de naipe. Algunos tienen suerte y los coje el sapo de la fotuna. Otros terminan en la pared, y otros, quiza para peor, caen en el sistema carcelario argentino.
Muy pocos se rehabilitan, y los demás vuelven a delinquir.
A todo esto, el internable ejército se multiplica. Y el toro herido, la buena policia, va muriendo desangrado en su lucha, mientras su cola permanezca en la oscuridad de la noche y la corrupción.
Debajo y a la derecha, un espacio para las victimas, vigilado eternamente por los cuervos.
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