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\"Castaño nuestro que estás en los, en los ...; ¿dónde estarás castaño nuestro ?
Hay muchos pueblos que \"tienen UN árbol\", \"su árbol\", podríamos decir. Si digo \"su árbol\" es porque éste, generalmente por su edad, ha adquirido como una personalidad propia; se ha convertido incluso, en una seña de identidad, un estandarte, del pueblo que lo posee.
Un árbol así nos sirve de mucho. Llegamos a admirarlo y, en su contemplación, no hay vez alguna en que nos planteemos preguntas de esas que nunca tendrán respuesta. En estos casos sólo acabamos concluyendo en lo efímero que nuestras vidas si lo comparamos con la longevidad de estos árboles heráldicos.
Este castaño nuestro de Narros, \"el Castaño\" (porque no había otro en el pueblo); este castaño, repito, que vio a tantos desfilar a su lado -más bien por debajo-, a tantos reunirse al amparo de su espléndida bóveda, era un árbol venerable.
Tenía aire de patriarca. Casi un patriarca bíblico, podría decirse. Pues no en vano se erguía además a unos metros de la iglesia; como si lo hubieran escogido para que al llegar a mozo custodiase la iglesia.
Era un patriarca paciente y generoso. Conocía su papel : no sólo sabía acariciar la fachada de la iglesia con sus largas y musculosas ramas; sino que además era cobijo de cuervos, grajos y algún otro pájaro despistado. En los atardeceres, aquella esfera vegetal hervía de vida en sus entrañas. Hasta que luego, llegada la noche, se hacía el silencio. Entonces quedaban los dos, él y la iglesia, en lo alto de la loma; y mudos, parecían guardar nuestro descanso a sus pies.
El castaño pertenecía a esa categoría de árboles que, según nuestra fértil imaginación infantil, guardan secretos que nosotros ansiábamos algún día descubrir. Por tanto, esos árboles estimulaban nuestras mentes y azuzaban nuestra ansia innata de crecer -como ellos-. Queríamos que llegara el día en que nos íbamos a poder subir arriba y encontrarnos con sus misterios ocultos.
Lo cual, después de todo, no era sino un rito de iniciación - antiquísimo, y universal si me apuran -, un rito que servía para marcar el paso de la niñez a la adolescencia.
Y enseguida, de la adolescencia a la madurez, al mundo de los adultos. Porque, cuando más adelante llegaba otro día en que bajabas de lo alto de aquel tronco por última vez; podría decirse que al llegar abajo te despedías de la adolescencia. Comprendías que aquellos misterios barruntados en la fabulosa umbría se desvanecían a tu espalda para siempre. Y comenzaban otros ...
Al poco, tal vez ese viejo castaño fuera testigo de tus primeros ensayos amorosos. Esos que nunca pasaron de ingenuos intentos; todos sabemos : aquel sentarse en el pretil, bajo la sombra, a \"sentir\" la proximidad de quien nos alteró el corazón por primera vez. Y supimos que no se trataba de una \"enfermedad\" -como proclamaba con una pizca de pedantería aquel filósofo tonto en amores -. No, no; era si acaso, una \"alteración\". Eso sí, la más dulce, de una dulzura desconocida, y a la que muchos nos volvimos adictos para siempre.
También, andando el tiempo, el castaño escuchó en más de una ocasión a nuestro corazón cambiado; cuando asombrados le confiamos con nuestro silencio compungido el desencanto. El desencanto, ¡ay!, que irremediablemente acaba por instalarse en nuestras vidas.
Y luego, poco a poco, van llegando los años en que ya no te pones ni a su sombra, sino preferiblemente al sol. Y empiezas a mirar a ese árbol con un poco de envidia (y a menudo también de consuelo, ¡lo que son las cosas!) Porque llegará el día -piensas- en que desfiles a hombros de deudos y familiares bajo sus ramas, para entrar en la iglesia. Lo mismo que cuando naciste y te bautizaron, pero en la dirección inversa.
Pero mira tú por donde, que un día ese pequeño juego macabro va y se te estropea. Porque el castaño, \"Él\" (que ha visto los siglos pasar -exageras-), que seguirá ahí, tieso, para despedirte, como hizo con tantos antes, pues resulta que coge y se muere primero. En dos temporadas mal contadas de agonía, se muere de la punta a los pies.
Y al cabo, una tarde de esas raras, piensas en que a este árbol no le quedó ni un poema. Un poema de esos donde diga que \"con su corazón alguien hizo una melena de campana\", por ejemplo. ¡Qué melena ni qué !...; acaso un fuego, un fuego al que seguramente fue a parar . Para rendir en él un último servicio; en algún hogar. Donde ni siquiera era ya necesario; porque hacía años y años que todo el mundo utilizaba \"el butano\".
Y es así como en cuatro días sus siglos quedaron en nada. Y estoy en que el castaño de Narros llegará un día en que incluso se borre en la memoria de los que lo conocieron. Y aún menos estará en la memoria de los que no lo conocieron.
Al cabo de veinte años ya sólo nos queda a algunos un amago de melancolía. Al mirar arriba -pura costumbre- y encontrar la loma desnuda (¡o calva!). Ahi encima, donde la iglesia se nos antoja ahora como una especie de viuda : seca, muda, castellana,
Por lo que sólo nos resta la absoluta certeza de que continuaremos nuestras vidas, ¿cómo decirlo?; un poco huérfanos en adelante.
Y ya iba a acabar esta historia cuando otra tarde de esas raras, me aconteció una suerte de desvarío :
Quizá el tiempo, conforme se vaya amontonando, dé a partir del recuerdo con una generación que haga de \"Él\" leyenda. O invente un mito. Ay, ay, ay, me temo que me estoy deslizando hacia un sueño pagano, porque ... Aunque la Iglesia -tan ducha en estas lides- escuchando al genio popular, bien pudiera que llegara a sacar partido a la situación. Y si el incidente se adensara y adensara, imparable, y tomara cuerpo ... bien podría pasar que acabara naciendo otro santo más : \"San Castaño de Narros\", por ejemplo.
No me miren mal; santos de nombre más raro y pasado más incierto pueblan nuestro calendario/santoral.
(Nota. Todo esto sin ánimo de ofender ninguna sensibilidad. Que es que, éstas son tierras donde lo místico a menudo todavía prospera.
Y para reafirmarme en ello escuchen esto : subiendo la carretera en cuesta que lleva al pueblo siguiente, tienen al santo San Caprasio. De picarles la curiosidad, pueden hacer sus pesquisas. La historia no tiene desperdicio. Yo aquí no cuento más. ¡ Ah ! , y algún aguerrido, si se encuentra con ganas y se pone a la búsqueda, puede encontrarse con unas pinturas románicas relacionadas con lo que cuento. La maraña protege los restos consumidos del venerable lugar, a la vez que los devora. Así que queda poco tiempo. Pero, de dar con el sitio, el ratico de emoción subsiguiente será el premio a su esfuerzo.
A esto de cuando llegas al alto de la cuesta, el Portillo, y empiezas a bajarla ...;a la izquierda ¡ No lo olvides !
Madrid, 2010
\"Al castaño (muerto) de Narros\"
A tí castaño
que antaño fuiste
de mi pueblo heraldo,
a tí te quiero cantar;
Sobre este yerto tocón
que hoy yace muerto
quiero que conste
que tú ocupaste un lugar;
Y que juntos,
tú y la iglesia
formábais pareja,
unida, longeva,
ideal.
Yo hoy vengo y te digo,
que no te olvidamos
quienes al paso de los años
tantas veces nos sentamos
a la sombra de tu manto;
¡Verde centinela,
ya no montas guardia,
juntos tú y la iglesia,
sobre la carretera!
¡ Ay, castañito muerto,
castañito muerto,
qué pena me da pensar
que lo que contigo era el pueblo,
ya nunca más lo será!
Narros 1998 (corregido)
I got printed the cold light of a March morning in the high land of Castile. Here is a proper way for an artist to say that he was born in a village. Spain, province of Soria; have you ever heard of this ?.
I lived there for a few years. Then, followoging life´s whimsical will I finally landed in Madrid. In this city have I my present and, hopefully, definitive abode.
As an artist I haven´t gone through any particular, or academical learning. I mean, to the point to get...
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