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Un día como cualquier otro, me decido a someterme de una buena vez a una limpieza de tipo dermocutánea a fin de levantarme de una buena vez a un macho que me mantenga la costosísima carrera de diseño en comunicación visual.
Sin más, me saco las zapatillas y emano un peculiar olor a laburo, a idas y venidas en la ciudad de la plata, y algún que otro puchito mañanero que más qe pucho es un amigo fiel. Recostada puedo sentir el ácido mandélico penetrar en la piel, mientras en una cuestión de microsegundos, CARITA me coloca una máscara de vendas que me remiten a muchas juntadas en lo de Nahu bebiendo gin, en lo de Chuwaca bebiendo ron y en lo de Rocío bebiendo vodka.
Psicológicamente, mi hígado da una patada cual bebé ochomesino en panza de gorila hambriento, y a su vez, mi estómago se queja de ¿PORQUE OTRA VEZ TENGO QUE AGUANTAR LA RISA?!
Esto se debe a que Carita, con toda su dulzura e incredulidad, cuenta una historia de viejas dementes que asisten con frecuencia a su consultorio. Una ve una bruja volando en su escoba, y la otrA (puntos suspensivos) cree que su perro TIGRE le habla (el perro que encima de no hablar, no tiene dientes!) mientras sus ojos brillan como bolas de fuego del propio infierno, ES EL DEMONIO!
DE VIEJAS LOCAS, COMO MONOS GUAAAAAAA!
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