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Un gato observa a una mujer completamente desnuda arrojada en el suelo de una habitación.
El gato no entiende qué ocurre. Su sueño fue evaporado por el ruido de un tobo cayendo al suelo.
Se espabila y mira los mangos rodar por la habitación, maduros. Se acerca, se detiene, observa. Cuerpos desnudos, uno sobre el otro, dando vueltas, acariciándose, desesperados, gozándose, entregados a ellos. ¿Qué es todo aquello? se pregunta, no lo comprende. Pero permanece sentado, angustiado, expectante por algo a lo que no consigue explicación.
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