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Bastaría con averiguar el nombre de la ciudad de origen de un artista para saber, a veces, de qué va el lenguaje que alterna con sus invocaciones o su memoria. Si, como se suele decir, la cultura se mama, hay quienes se forjan en la permanente lactancia desde los abrevaderos de su lugar de origen.
Roberto peralta nació en una ciudad donde se combinan la lengua original con un orgullo que, contradictoriamente, discurre entre la fuerza del pasado y la mirada puesta en el porvenir de lo que podrían ser los dominios coloridos del mercado y la palabra, de la poesía cultivada por la tradición de los cantores locales y el impulso por las innovaciones ancladas en una semilla que germina sin moverse de su sitio y busca la luz más alta de un civilizado horizonte que también se ancla razonablemente igual que las raíces de todo árbol y cuerpo.
En Juchitán hay una especie de cosmopolitismo que bien podría verificarse en los colores de su plaza más pública como en sus invocaciones más íntimas, sudorosas y eróticas. Para quien conozca los prodigios del trópico no es sorpresa que en la cintura de México los creadores comulguen al mismo tiempo, con un pie en el pasado y otro en la vanguardia, en lo que viene. Roberto Peralta es parte de esa generación cuya búsqueda, tal vez involuntaria, bebe del fondo de esa transparencia. Al ver su obra, sus dibujos a tinta, al pastel y a carbón principalmente, no puede uno dejar de pensar en un artista (Dubuffet, Schiele, Klimnt) al que, vuelto fogata congregadora, se acude para ser investido por esa paráfrasis que lo devuelve a otra provincia, ahora poblado de imágenes vegetales. En sus resultados sobre el papel, observamos rostros, cuerpos entronizados en la bruma, constituidos fuera del cuerpo real de un mundo cuya física funciona orgánicamente, apartada como pura anatomía trascrita. Los organismos, deformados así, logran la solvencia de las inmediaciones donde las hojas caídas y los demás seres vegetales vigilan a los cuerpos que no logran un completo asidero y flotan como perpetuamente, transitando en esa fórmula que también es de origen y ceniza.
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