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Inmóvil, absorta, la Princesa permanece largo rato contemplando una toalla azul. La misma toalla azul con que ella cubria su espalda, cuando aquella tarde, ella extasiada contemplaba el mar, sentada en una piedra grande. De pronto a su lado estaba aquel apuesto joven que ahora llenaba su vida de ilusion. Muy pronto una lancha vino a reclamarlo desapareciendo pronto de su vista.
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