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Según los primeros Cristianos, el ave Fénix vivía en el Paraiso, cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix. Por ser el único animal que se había negado a probar la fruta prohibida se la concedió la inmortalidad, pudiendo renacer de sus cenizas.
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