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Se trata de un cuadro realizado en acrílico sobre canvas, que recuerda la lava de un volcán corriendo por la tierra o el cauce de un río. Ambos, lava y cauce, cambiaron sus colores típicos por los del fuego, el sol y el mar. Destaca el amarillo y el burdeos, ambos de enorme caudal de energía.
La obra es de tamaño mediano, lo que permite enmarcarla con un marco simple y jugar con el tamaño del paspartut para adaptarla al ambiente en donde vaya a exhibirse.
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