{"id":3539,"date":"2015-12-17T12:14:53","date_gmt":"2015-12-17T12:14:53","guid":{"rendered":"http:\/\/www.artelista.com\/blog\/?p=3539"},"modified":"2015-12-17T12:14:57","modified_gmt":"2015-12-17T12:14:57","slug":"la-trampa-del-as-de-diamantes","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/la-trampa-del-as-de-diamantes\/","title":{"rendered":"De La Tour: la trampa del as de diamantes"},"content":{"rendered":"<p style=\"text-align: justify;\">No existen retratos fiables, ni cartas, ni diario, ni siquiera sus bocetos. Del pintor franc\u00e9s <strong>Georges de La Tour<\/strong> no nos han quedado m\u00e1s que una treintena de obras que durante m\u00e1s de dos siglos fueron relegadas a museos de segunda y colecciones privadas bajo asignaciones err\u00f3neas. Puesto que lo primero en redescubrirse de \u00e9l fueron algunas escenas nocturnas y piadosas de santos iluminados con una vela, la visi\u00f3n del pintor se idealiz\u00f3 para el imaginario colectivo en una suerte de <strong>figura asceta o m\u00edstica que,<\/strong> como veremos, <strong>no se correspondi\u00f3 con su realidad.<\/strong><\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Como atestiguan las actas y los registros parroquiales, de La Tour vivi\u00f3 en Lorena, comarca situada en la frontera entre Francia y Alemania. Localizaci\u00f3n especialmente afectada durante la primera mitad del siglo XVII, \u00e9poca en la que vivi\u00f3 el pintor, por todo tipo de <strong>penurias, hambrunas o epidemias<\/strong> derivadas en buena medida por lo que conocemos hist\u00f3ricamente como la Guerra de los Treinta A\u00f1os. Bien es de suponer que no debi\u00f3 de ser \u00e9ste un pl\u00e1cido lugar en el que abrirse paso para cualquier persona nacida en el seno de una familia no acomodada, como era el caso de la gran mayor\u00eda.<\/p>\n<div id=\"attachment_3564\" style=\"width: 378px\" class=\"wp-caption aligncenter\"><a href=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/la-trampa-del-as-de-diamantes\/georges_de_la_tour_-_the_magdalen_with_the_smoking_flame_-_google_art_project\/\" rel=\"attachment wp-att-3564\"><img decoding=\"async\" loading=\"lazy\" aria-describedby=\"caption-attachment-3564\" class=\" wp-image-3564\" src=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/wp-content\/uploads\/2015\/12\/Georges_de_La_Tour_-_The_Magdalen_with_the_Smoking_Flame_-_Google_Art_Project-803x1024.jpg\" alt=\"Magdalena penitente de la lamparilla. 1642- 1644. 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George de La Tour.<\/p><\/div>\n<p style=\"text-align: justify;\">La investigaci\u00f3n posterior sobre el pintor ha ofrecido, en este sentido, datos que contrastan con fuerza con esa primera impresi\u00f3n ya comentada, desprendida del an\u00e1lisis de sus primeros cuadros. Sabemos hoy, por ejemplo, que de La Tour gan\u00f3 importantes sumas de dinero con el <strong>tr\u00e1fico de maderas o con la especulaci\u00f3n del cerea<\/strong>l en per\u00edodos en los que el hambre hac\u00eda especialmente mella. Conocemos, adem\u00e1s, que sus conciudadanos no lo ten\u00edan en alta estima pues lo denunciaban por creerse el se\u00f1or de la zona y pisotear y destrozar a su antojo las mieses y siembras, junto con el gran numero de perros que pose\u00eda. Podr\u00edamos a\u00f1adir a esto algunos episodios de violencia, como la agresi\u00f3n a un miembro de la guardia o la cometida en 1652, poco antes de morir, a un campesino al que acusaba de haber da\u00f1ado su propiedad. Georges de La Tour estuvo lejos de ser un hombre de renuncias.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Entendamos, por otro lado, que la <strong>embriaguez, la lujuria y los juegos de azar<\/strong> se contaban entre las diversiones m\u00e1s apreciadas por los hombres del siglo XVII. Y hasta la fecha no puede decirse que hayan variado demasiado. Sigamos. Para los coet\u00e1neos de La Tour, el juego era casi tan importante como la bebida. No s\u00f3lo los adultos, tambi\u00e9n los ni\u00f1os dedicaban mucho tiempo a esta actividad. El juego les ayudaba a olvidar por un rato la dureza del d\u00eda a d\u00eda en una realidad llena de guerras y epidemias. Sin ir m\u00e1s lejos, los soldados siempre iban provistos de dados y naipes. El juego ayudaba del mismo modo a romper la monoton\u00eda de aquellas personas, buena parte de la poblaci\u00f3n, que desarrollaban su existencia dentro de los c\u00edrculos reducidos de las poblaciones rurales.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">A pesar de que el monarca Enrique IV se empe\u00f1\u00f3 mediante decretos en impedir el juego una y otra vez, \u00e9ste era tolerado t\u00e1citamente hasta el punto de que a principios del XVII en Par\u00eds exist\u00edan, y s\u00f3lo que fuesen conocidas, 43 casas de apuestas. Existe, asimismo, testimonio de que era el propio monarca, en un alarde de coherencia, quien pasaba noches enteras jug\u00e1ndose a naipes y dados grandes cantidades de dinero. Y es que la devoci\u00f3n y el juego no se exclu\u00edan en absoluto. Escrib\u00eda en este sentido Caill\u00e8re, un estricto mariscal, en su <i>Consejos para j\u00f3venes nobles<\/i> en 1661 que \u00abun hombre de mundo\u00bb ten\u00eda y deb\u00eda participar en el juego porque no exist\u00eda m\u00e9todo m\u00e1s accesible de entrada \u00aba los mejores c\u00edrculos\u00bb.<\/p>\n<div id=\"attachment_3562\" style=\"width: 518px\" class=\"wp-caption aligncenter\"><a href=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/la-trampa-del-as-de-diamantes\/1200px-georges_de_la_tour_025\/\" rel=\"attachment wp-att-3562\"><img decoding=\"async\" loading=\"lazy\" aria-describedby=\"caption-attachment-3562\" class=\" wp-image-3562\" src=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/wp-content\/uploads\/2015\/12\/1200px-Georges_de_La_Tour_025-1024x743.jpg\" alt=\"El tramposo del as de diamantes. 1630. 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George de La Tour.<\/p><\/div>\n<p style=\"text-align: justify;\">Pues bien, ahora que estos datos son de nuestro dominio, par\u00e9monos a analizar brevemente algunos de los detalles del cuadro conocido como <strong><i>El tramposo del as de diamantes<\/i><\/strong> (1630). En la escena, cuatro personajes, una dama, la cortesana de \u00e9sta, un hombre y un joven juegan una partida de cartas. Deducimos tras observar las monedas de oro sobre la mesa, sobre todo en la parte del joven, que est\u00e1 en juego una importante suma de dinero. A simple vista podemos ver que la escena est\u00e1 dominada por una serie de gui\u00f1os y se\u00f1ales discretas con los que los personajes est\u00e1n intentando comunicarse.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">El fondo oscuro no nos ofrece informaci\u00f3n para situar la partida, las vestimentas son, tanto de dama como criada, recatadas para lo esperado en la tem\u00e1tica y en el interior de la escena no parece estar produci\u00e9ndose ning\u00fan tipo de exceso. A pesar de todo ello, los coet\u00e1neos del pintor podr\u00edan haber reconocido a simple vista lo que sucede, ya que este episodio se repet\u00eda una y otra vez entre las comedias y novelas de la \u00e9poca. Recordemos en este punto que De la Tour inmortalizar\u00eda esta misma escena en otro cuadro, del que s\u00f3lo difieren los <strong>matices del color y algunos detalles.<\/strong> En aquella ocasi\u00f3n es el as de tr\u00e9boles la carta que el tah\u00far saca del cintur\u00f3n. Ninguna de las dos obras est\u00e1 fechada pero se calcula que fueron realizadas entre 1620 y 1640.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Era una escena com\u00fan, como decimos, que una cortesana invitara a un joven inexperto a una cena galante. Despu\u00e9s de haberlo agasajado y nublado su visi\u00f3n con unas buenas dosis de vino, \u00e9sta le propon\u00eda jugar una partida con un conocido que, caprichosa sea la casualidad, se encontraba por all\u00ed. Entre ambos aprovechar\u00edan despu\u00e9s para desplumar al joven, a quien no le esperaba el amor, sino la p\u00e9rdida de su dinero. En el lienzo de Georges de La Tour, y por sus rasgos, podemos observar que el chico no debe de tener m\u00e1s de catorce o quince a\u00f1os. No resultar\u00eda esto chocante en aquella \u00e9poca pues a esa edad ya empezaban a considerarse adultos.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Fij\u00e9monos ahora en las <strong>manos<\/strong> porque son muy elocuentes en la narraci\u00f3n de la historia por Georges De La Tour. Observemos que es la blanca mano de la dama la que da la se\u00f1al para que entre en juego el as de diamantes que el tah\u00far tiene escondido. En ellas, donde se refleja el encanto femenino adornado con perlas por el que posiblemente se ha visto seducido y atra\u00eddo hasta la mesa el joven, se inicia pues tambi\u00e9n la trampa. Esta blancura ofrece, por otro lado, un contraste con las toscas manos de la doncella que sirve el vino. Como vemos, la doncella lo decanta sobre un elegante vaso de cristal veneciano. El vino es por supuesto, junto con la <strong>atracci\u00f3n sensual<\/strong> de la dama, el elemento de acci\u00f3n para nublar los reflejos del joven.<\/p>\n<div id=\"attachment_3563\" style=\"width: 523px\" class=\"wp-caption aligncenter\"><a href=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/la-trampa-del-as-de-diamantes\/georges_de_la_tour_-_the_cheat_with_the_ace_of_clubs_-_google_art_project\/\" rel=\"attachment wp-att-3563\"><img decoding=\"async\" loading=\"lazy\" aria-describedby=\"caption-attachment-3563\" class=\" wp-image-3563\" src=\"https:\/\/www.artelista.com\/blog\/wp-content\/uploads\/2015\/12\/Georges_de_La_Tour_-_The_Cheat_with_the_Ace_of_Clubs_-_Google_Art_Project-1024x636.jpg\" alt=\"El tramposo del as de treboles. 1630- 1634. 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El jub\u00f3n de sat\u00e9n y su corbat\u00edn y cintas de seda nos indican lo <strong>lujoso de sus vestimentas,<\/strong> de lo cual deducimos que el joven pertenece muy probablemente a la nobleza, puesto que en aquella \u00e9poca el acceso a estas prendas era un privilegio exclusivo de la aristocracia. En cuanto a la baraja, en el cuadro se aprecia que la dama apoya sobre la mesa naipes con el reverso de color blanco. En dicha blancura eran habituales las manchas de suciedad o incluso de sudor que los jugadores experimentados eran capaces de memorizar r\u00e1pidamente. Tambi\u00e9n era una t\u00e1ctica muy utilizada la de dejar ganar al rival las primeras manos a fin de que bajase la guardia y resultase m\u00e1s vulnerable.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Tengamos en cuenta que, para la mentalidad de los tah\u00fares, su acci\u00f3n no precisaba censura moral puesto que buscaban una <strong>justicia redistributiva<\/strong> en un mundo en el que al joven le han sido otorgadas, y sin esfuerzo, las piezas de oro sin que haya aprendido a\u00fan a hacer siquiera un buen uso de ellas. Aseguraba Cailler\u00e8, a prop\u00f3sito de los tah\u00fares, conocer a hombres que dispon\u00edan por toda herencia de una baraja de naipes o tres dados y eran capaces de vivir de ella con mayor esplendor que muchos de los se\u00f1ores feudales. Sin un tah\u00far era descubierto, lo habitual es que perdiese su dedo pulgar o incluso toda la mano. Si bien, siempre exist\u00eda el modo de conmutar la pena y \u00e9se no era otro que hacer part\u00edcipes del beneficio a los responsables del orden.<\/p>\n<p style=\"text-align: justify;\">Para acabar el an\u00e1lisis, cruc\u00e9monos con las <strong>miradas.<\/strong> Mientras que la de la dama es fr\u00eda y calculadora, la del tah\u00far, por su parte, se gira hacia nosotros en un gesto c\u00f3mplice, mostr\u00e1ndonos la trampa que, con su habilidad, est\u00e1 a punto de cometer. Tan s\u00f3lo la mirada de reojo de la cortesana parece mostrar un peque\u00f1o atisbo de condescendencia con el joven que est\u00e1 a punto de ser estafado.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"<p>No existen retratos fiables, ni cartas, ni diario, ni siquiera sus bocetos. 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