Que el arte consiga despistarnos es una cuestión de perspectiva. El trampantojo nos tiende una trampa para que veamos lo que no es. Del francés trompe-loiel, en pintura, se trata de una técnica que consigue distorsionar nuestra percepción visual jugando, intencionadamente, con la perspectiva y otros elementos ópticos. El pintor se convierte, entonces, en un ilusionista que busca que el público se pregunte: ¿lo que veo es real o una representación?.

Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino. Hacia 1603. Juan Sánchez Cotán

Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino. Hacia 1603. Juan Sánchez Cotán

Cuando el artista consigue burlar la realidad del espectador, el engaño adquiere cierto carácter anecdótico, casi jocoso. Plinio narra en su enciclopedia Historia Natural un episodio de este tono que sitúa las trampas del arte ya en la Grecia clásica. Los pintores Zeuxis y Parrasios se disputaban ser el que mejor representaba la realidad en sus lienzos. El primero se consideró vencedor cuando algunas aves se acercaron a sus uvas pintadas para comérselas. Entonces, le reclamó a su adversario que retirara la cortina que tapaba su obra para poder verla. El ganador fue Parrasios ya que ninguna tela cubría su pintura.

Una escena parecida relata el historiador renacentista Giorgio Vasari sobre Giotto. Este, cuando era niño y mostrando una gran precocidad naturalista, pintó una mosca en la nariz de una figura en la que estaba trabajando su maestro Cimabue. Este cayó en la trampa cuando se acercó para espantarla.

Retrato de un cartujo. Hacia 1446. Petrus Christus

Retrato de un cartujo. Hacia 1446. Petrus Christus

En Retrato de un Cartujo (hacia 1446) del flamenco Petrus Christus, encontramos uno de los primeros ejemplos de este tipo de trampantojo. La falsa mosca, en esta ocasión, está imitada en la parte inferior del, también, marco simulado.

Más allá de la anécdota, la técnica del trompe-loiel ha sido un recurso decorativo propicio para lograr una mayor sensación de profundidad en los techos y en las paredes. En el arte romano ya se recogen los primeros testigos de este uso, siendo rescatado por los renacentistas.

Bóveda de la iglesia de San Ignacio (Roma). 1685. Andrea Pozzo

Bóveda de la iglesia de San Ignacio (Roma). 1685. Andrea Pozzo

Muchos palacios e iglesias decoraron sus muros y techos con ilusionismos arquitectónicos, que fingían balcones, puertas, columnas, habitaciones o paisajes de fondo abiertos. El barroco continuó con esta tradición y Andrea Pozzo obtuvo un resultado sorprendente con la falsa bóveda pintada sobre tela que realizó en la iglesia de San Ignacio en Roma (1685). En la actualidad, sigue siendo un recurso muy atractivo para decorar y mejorar la estética urbana.

Santa Faz. Hacia 1661. Francisco de Zurbarán

Santa Faz. Hacia 1661. Francisco de Zurbarán

El trampantojo en la pintura mural invita a concebir la fantasía de un espacio tridimensional a partir del marco. Igualmente, el engaño puede surgir invadiendo el espacio del espectador, es decir, cuando la pintura se proyecta abandonando los límites del lienzo. Tentando, así, a quien observa a tocar el cuadro para comprobar si se trata de una mera ilusión.

El reverso de un cuadro. Hacia 1672. Cornelis Norbertus

El reverso de un cuadro. Hacia 1672. Cornelis Norbertus

Las pinturas de caballete incitan a este desconcierto con la representación de espejos, cortinas, moscas, paños, bodegones o personajes en tamaño real que apuran más el efecto de teatralidad.

Violín y música. 1888. William Harnett

Violín y música. 1888. William Harnett

El realismo del barroco sustentó la proliferación de trampantojos. Incluso Las Meninas de Velázquez se ha planteado como un ejercicio de ilusionismo dentro de la meta barroca de superar el parecido y reflejar la animación de la vida.

Huyendo de la crítica. 1874. Pere Borrell del Caso

Huyendo de la crítica. 1874. Pere Borrell del Caso

Pintores contemporáneos como René Magritte, Pablo Picasso o Georges Braque, también, han provocado el engaño visual. Los cubistas recurrieron a la técnica del trampantojo en algunos de sus collages cuando buscaban imitar trozos de materiales como la madera o el papel que no estaban adheridos, realmente, al lienzo.

A pesar de que la intención de Pere Borrell era escapar del público, su trampantojo Huyendo de la crítica (1874) no pasó desapercibido y ha sido considerado como uno de los máximos exponentes de esta técnica.