Hasta el 2 de febrero en el Museo del Prado se puede disfrutar de la historia de estas dos pintoras italianas que lograron triunfar como artistas en el Renacimiento y el primer Barroco hasta incluso convertirse en pintoras en la corte del Imperio Español, el más importante de la época. Fue Sofonisba Anguissola (Cremona, 1535 – Palermo, 1625) la que llevó sus pinceles a la corte de Felipe II llegando a retratar al mismísimo emperador. Por su parte, Lavinia Fontana (Bolonia, 1552 – Roma 1614) tomó como referencia a su colega para convertirse en una profesional de reconocido prestigio en Roma, la capital mundial del arte en los siglos XV y XVI.
Cuentan los biógrafos de Anguissola que su padre, procedente de la pequeña nobleza de Cremona, tuvo gran importancia en la formación artística de sus hijas entre las que rápidamente descolló Sofonisba. Gracias al empeño de su padre, la artista se presentó en la corte de Felipe II donde entró en contacto con toda la familia real, especialmente con Isabel de Valois, tercera esposa del rey. Fue nombrada dama de la reina y ejerció como profesora de pintura y dibujo de Isabel.
Y es que Anguissola no era reconocida, en realidad, como pintora de la corte, a pesar de ejercer como tal. Sus cuadros han llegado a nosotros sin firmar lo que, hasta ahora, ha dificultado la adjudicación de muchos de ellos. En este sentido, destaca uno de los retratos de Felipe II, adjudicado hasta ahora a Sánchez Coello y que sin embargo pudo pintar Sofonisba. Además, según sus biógrafos, la artista italiana no cobraba por sus retratos, sino que recibía a cambio ropas o joyas.
Con todo, a la postre Sofonisba Anguissola se erigió en una figura artística de primer orden en la corte española así como en su vuelta a Italia siendo la referencia de otros jóvenes artistas como Antonio van Dyck que la visitó en Palermo en los últimos años de su vida o como el caso de Lavinia Fontana, la otra protagonista de la exposición del Prado. La influencia familiar en Lavinia también fue decisiva: el padre de Lavinia era pintor y no dudó en enseñarle el oficio.
Primero en Bolonia y después en Roma, Lavinia Fontana fue creciendo como artista hasta convertirse en una profesional de prestigio. En este sentido, Lavinia, al contrario que Sofonisba en la corte española, sí fue reconocida directamente como pintora cobrando por su trabajo el cual fue más ingente que el de su colega.
Efectivamente, Lavinia Fontana no solo se vinculó al retrato, sino que desarrolló un buen número de obras religiosas, tal y como exigían buena parte de sus clientes, así como cuadros de temática mitológica. Entre ellos, uno de los más destacado es Marte y Venus, un lienzo de marcado acento simbólico en el que el sutil erotismo es una nota predominante. Fechado a principios del siglo XVI, esta obra demuestra la libertad con la que Fontana ejecutó algunas de sus obras que ofrecen también las claves de una nueva corriente artística que irán consolidándose, poco a poco, en la Italia del XVI: el Barroco.
EXELENTE GRACIAS DESDE VENEZUELA