El humor no es un elemento que se cuele con frecuencia en los lienzos. Tal parece que la risa no estuviera invitada a convertirse en un objetivo para los pinceles. Ricardo Cruz Fuentes (Ciudad de México, 1982) le da la vuelta a este escenario y consigue un ingenioso trabajo prácticamente volcado en el terreno de la carcajada, desbordante de un humor sarcástico y sencillo.
Y es que el pintor mexicano encuentra en lo cotidiano la complicidad que necesita para conectar con el espectador. Quien seguramente se sienta identificado con alguna de las escenas representadas en sus cuadros. Porque, lejos de elegir temas que pretendan una reflexión profunda o que requieran un mayor análisis, propone una realidad desenfadada y común. Acciones familiares con las que la mayoría del público simpatiza rápidamente.
Lo hace mediante un lenguaje fresco y descarado. Con el que busca la expresividad gestual de los cómics y, a su vez, desatar el movimiento contenido por los protagonistas de sus historias. Resueltas en fondos de colores llamativos sobre los que vierte manchas complementarias, que dejan una dinámica y divertida percepción visual. De sus composiciones sorprenden extraordinariamente la calidad de su dibujo, así como las pinceladas sueltas y el contraste cromático a través de los que alcanza propiedades impresionistas.
Su interés por el arte nace desde que era niño, siendo en 2007 cuando realizó su primer óleo. Y todo lo aprendido, antes y después, ha sido de forma autodidacta. Por eso, ese gusto por explorar es algo inherente a su proceso creativo. Ricardo Cruz Fuentes no duda en indagar e inventar nuevos métodos que le permitan trasladar su originalidad conceptual al cuerpo del lienzo. Razón por la que ha llegado a materializar el humor incluso con sus propias manos, aplicando la pintura directamente con los dedos.
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