Con su pintura, sumerge al espectador en los contornos más coloristas del espíritu contemporáneo.
Los fauvistas asociaban los colores con cartuchos de dinamita. Y, sin duda, Raúl Ballesta detona un explosivo repertorio cromático con el que crea expresiones exuberantes de la vida moderna. La amalgama de tonos vivos se convierte en una mezcla expansiva de dinamismo y energía al liberar el intenso contraste entre cálidos y fríos.
Resuelve sus composiciones de forma muy original emparejando libres, rápidos y directos toques impresionistas con la fuerza que desprenden las tonalidades más llamativas.
Raúl Ballesta utiliza este estilo tan sugerente para transportarnos al bohemio y tentador Moulin Rouge. Templo de la diversión parisina de la modernista Belle Époque, al que viste con los tonos despampanantes del fauvismo. O al emblemático Temple Bar de Dublín, en cuyos alrededores se respira el júbilo del aroma nocturno. Igualmente, recrea multitudinarias calles comerciales de Nueva York o Barcelona, que guardan reminiscencias del rompedor pop art.
No obstante, también, representa paisajes más reflexivos bajo el estallido cromático del fauvismo. A través de una perspectiva diferente, ejecuta escenas que se antojan de naturaleza impresionista. Capta el momento y lo impregna de matices. Así, consigue pintar coloridos amaneceres urbanos, en los que se puede contemplar los efectos de la luz del sol tras los vertiginosos edificios de la gran ciudad.
La propuesta creativa de Raúl Ballesta descubre una atractiva combinación de pinceladas sueltas con siluetas decididamente remarcadas en lienzos llenos de color. Concibe, pues, su propio lenguaje con el que interpreta alegres escenas de la vida moderna.
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