“A cada época su arte. Al arte su libertad”. Este lema preside la fachada de la casa de la Secesión de Viena, movimiento emergente en la época dorada de la ciudad, a finales del siglo XIX. Gustav Klimt (Baumgarten, 1862- Alsergrund, 1918) lideró este grito modernista que se rebeló contra los principios academicistas.
Particularmente, Klimt trastocó el panorama pictórico entregándose al simbolismo a través del cuerpo femenino. La mujer ocupa un espacio absoluto en su obra. La cual irá adoptando una abstracción escénica que vencerá al naturalismo y quedará envuelta dentro una rebosante ola dorada y ornamental.
Desde sus inicios, el pintor austriaco solía dar cuenta en sus pinturas del oficio familiar, la orfebrería, pero de manera casi testimonial. A partir de 1900, fue cuando el uso del oro se volvió permanente y esto coincidió con su plenitud artística. Este derroche dorado se acentúa con el trato más provocador del cuerpo femenino.
Las mujeres de Klimt fueron muchas y en ellas recaló lo mejor de su trabajo. Retrató a sus contemporáneas, amigas y damas influyentes de la sociedad vienesa. Adele Bloch- Bauer, Margaret Stonborough- Wittgenstein, Möda Primavesi, Fritza Riedler, Hermine Galia, entre tantas otras. De todas, destacó su compañera Emilie Flöge, considerada la mujer del celebérrimo cuadro El beso (1907-1908), con el que Klimt alcanzó una imponente sensualidad mediante la abstracción compositiva.
Inspirado en las curvas de sus modelos, creó personajes femeninos eróticos, misteriosos, enigmáticos que desafiaban los prejuicios de la sexualidad. Mujeres fatales que dejaban atrás el papel de musa y asumían el protagonismo de la escena. Así, interpretó a Judith I (1901), retadora e insinuante después de asesinar a Holofernes.
Klimt desveló los secretos femeninos y representó el cuerpo de la mujer completamente desnudo e, incluso, adoptando posturas sexuales, como en Dánae (1907- 1908). Las pintó, sin escrúpulos, en su intimidad, donde lo explícito y lo erótico no tienen por qué esconderse. De este carácter, se puede encontrar un estudio más extenso en sus dibujos.
Exploró la sexualidad femenina en todos los ámbitos y en todos los momentos de la vida. En Las tres edades de la mujer (1905) representó los cuerpos desnudos de una joven con su hija y el de una anciana, personificando el ciclo de la vida.
Cuadro al que, también, se le conoce como Maternidad. Siendo este un tema recurrente en el austriaco. En Esperanza I (1903), una de sus modelos posó para él estando embarazada. Aquí, simboliza a la vez lo maternal y lo lujurioso, suscitados por una femme fatale que desprecia los peligros de su alrededor.
Gustav Klimt atravesó las fronteras artísticas de su tiempo y abarcó algunos de los pensamientos de su coetáneo Sigmund Freud. A través de la sexualidad se enfrentó a la vida, a la muerte y al amor. Pero, especialmente, a la represión sexual enquistada en la sociedad vienesa. En sus lienzos, se propuso liberar la sensualidad cohibida de la mujer y lo hizo de forma escandalosa.
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