Abstraída en sus pensamientos, una anciana sostiene con firmeza una dedalera. La mujer está sentada en el mismo borde del plano dando la espalda a un campo de amapolas y a lo que parece ser una botella invertida. La composición queda sujeta a la rotundidad que presentan las figuras y el color. Esta obra fue realizada por Paula Modersohn- Becker en el último año de su vida, en 1907, y la simplificación del color y la forma, así como el énfasis dado a la línea ya anticipaban las raíces del expresionismo alemán.
De hecho, su pintura, heredera del gótico temprano y del arte egipcio, supuso un verdadero proceso de investigación sobre la fuerza de la simplificación de las formas. En base a ello, construyó un estilo muy particular que reunía apariencias esquemáticas, cierto hieratismo y colores que, naciendo de la realidad, se intensifican. Un lenguaje que contribuyó a la expansión del arte moderno, pero al cual la historia no le ha reservado un lugar destacado.
Paula Modersohn- Becker (Dresde, 1876- Worpswede, 1907) fue una artista muy poco convencional, cuya existencia, breve y agitada, estuvo determinada por un matrimonio inestable, la lucha por vivir de su trabajo y una muerte prematura, a los 31 años, tras dar a luz a su primera y única hija, Matilde.
A los 20 años comenzó su formación, ajena a la norma que seguían las mujeres de su época. En septiembre de 1898, se trasladó a Worpswede, al norte de Bremen, lugar que le impresionó profundamente por su paisaje, sus colores, su soledad y, sobre todo, por la colonia de artistas allí establecida, para asistir a las clases de pintura y dibujo impartidas por Fritz Mackensen. Durante ese tiempo, entabló amistad con Heinrich Vogeler, Clara Westhoff, Rainer María Rilke y Otto Modersohn, con quien se casó en 1901. Y allí fue donde también encontró su propio camino como artista.
Sin embargo, su propuesta no fue entendida y obtuvo duras críticas. Por lo que, entre 1900 y 1907, viajó varias veces a París, donde estudió en la Academia Colarossi y en la Escuela de Bellas Artes. Tomando, igualmente, contacto con las vanguardias y recibiendo una fuerte influencia de la obra de Van Gogh, Gauguin y Cézanne.
Así, fue reduciendo paulatinamente las figuras de sus mujeres y niños y los elementos de sus paisajes y bodegones a formas básicas. A la vez, buscaba la armonía con la naturaleza para dar expresión a las características esenciales del individuo y de los objetos, huyendo de las composiciones idealizantes.
Pero si hubo algo de su pintura que escandalizó a sus contemporáneos fue la reinterpretación que hizo del desnudo femenino, concebido como pura materia artística. En algunos cuadros, además, el desnudo se fusiona con el autorretrato, convirtiéndose en una manifestación de autoconocimiento. Asimismo, destaca el tratamiento alternativo que dio a la maternidad, también, con cierto carácter autobiográfico. Y, precisamente, fue ella la primera artista en retratarse a sí misma desnuda.
En casi 10 años, Paula Modersohn- Becker creó más de 700 pinturas, dejando una herencia artística que serviría de inspiración a muchos autores. En especial, a artistas femeninas, desde Frida Kahlo a Cindy Sherman.
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