No resulta difícil imaginar a Miguel Robledo Cimbrón en su taller, deslizándose entre los acordes místicos de la música oriental y haciendo fluir formas y colores para generar sus celosías espirituales, obras con pie y medio en la abstracción que se resisten, no obstante, a abandonar la realidad visual a través de sutiles anclajes figurativos.
A Miguel Robledo (1956, Mora de Rubielos, Teruel) le tocó ser un prematuro viajero que pasó primero a Ávila para establecerse en Cataluña todavía en su niñez. Los estudios académicos no eran lo suyo, pero sí el dibujo y la pintura que desarrolló desde mediados de los 70. Primero fue al óleo a través de motivos figurativos tradicionales, para descubrir después las posibilidades de la abstracción y el informalismo.
Pequeñas puertas que se abren
La pintura de Robledo emana de un apetito espiritual, de una necesidad de indagar en la sustancia primera. El arte es para muchos un proceso de higienización mental. El acto en sí de pintar, más allá de sus objetivos estéticos o prácticos, produce una catarsis moral que limpia y regenera. Como pasar la aspiradora por el alma y eliminar el polvo acumulado. Pero por mucho que limpies el polvo siempre vuelve, por eso la pintura y el arte en general es un proceso que no termina nunca…
¿Y el espectador, qué papel juega en todo esto? Su labor es mirar y tratar de sentir, de acercarse a la motivación del pintor, pero también de abandonarse a su propio espíritu. En este sentido, las obras de Robledo son poemas visuales que nos señalan un camino hacia nosotros mismos, hacia una experiencia sensorial y psicológica que busca reflejar la propia catarsis del artista en el espectador. Son, en última instancia, pequeñas puertas que se abren… Tal vez tras cruzar su umbral no encuentres nada, o lo comprendas todo. Depende de ti, depende de cada uno. Depende del día.
El fluir del azar
Miguel Robledo ha citado entre sus referencias a algunos de los grandes del informalismo del siglo XX como Antoni Tàpies, el malogrado Nicolas de Stäel o Asger Jorn. Tal vez el pintor catalán sea la influencia que mejor se puede rastrear en su producción, pero en general la obra del artista nacido en Teruel ha logrado dotarse de personalidad a base de años de trabajo y de progreso tanto a nivel teórico como puramente pictórico. Robledo ha generado un estilo propio y es lo mejor que se puede decir de un artista.
Su obra se divide en cuatro tipos según el soporte y el estilo: papel, óleo, abstracto sobre tabla y abstracto sobre lienzo.
Sus dibujos informalistas son la mejor manera de cruzar ese umbral hacia su producción. Casi todos comparten algunas notas formales. Robledo deja libre los extremos del papel que actúan como marco. Una buena solución para que el ojo del espectador no se sature ante el juego de combinación de colores y formas que el artista propone.
En algunos casos, el pintor opta por una mayor depuración como sucede en Art.Gest 145 o en Art.Gest 635. Nos acercamos a la caligrafía oriental en la que cada gesto, cada matiz cuenta. El efecto es poderoso a pesar de la economía de medios.
En otros casos, Robledo prefiere un mayor lujo informalista, como sucede en Art.Com 320 o Art.Com 235 el cual se completa con su serie Art.Inf en la que su estilo se acerca a Tàpies con una mayor agresividad incluyendo caligrafía y profusión de tonos oscuros.
Es el «fluir del azar» como define el propio artista que se deja llevar por el gesto pictórico que es dominado por una fuerza difícil de discernir.
Este fluir del azar también encuentra su plasmación en sus lienzos de la serie Fashion en los que, a diferencia del papel, Robledo puede jugar con mayor libertad con la materia pictórica creando ricos relieves y tramas jugosas de colores y formas.
Esta tendencia encuentra tal vez su mejor expresión en sus obras abstractas sobre tabla como la pareja Libertad. El artista juega con la rugosidad del material además de añadir otras texturas a través de componentes no estrictamente pictóricos.
Papel, tabla y lienzo son los tres soportes que forman las pequeñas puertas de Miguel Robledo, puertas siempre abiertas, si bien no de par en par, al menos mostrando una luz tenue que invita a pasar… y fluir.
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