Mucho antes de que el marchante Paul Durand-Ruel llevara en 1886 el impresionismo francés a Nueva York, Mary Cassatt ya era una exitosa artista del movimiento. ¿Cómo lo consiguió?
Mary Stevenson Cassatt (Pennsylvania, 1844- Château de Beaufresne, 1926) fue la única artista norteamericana que participó en las exposiciones del grupo en París. Su traslado a la capital francesa le permitió asimilar de manera más cercana el estilo, creando un trabajo más original que muchos de sus compatriotas.
Su familia pertenecía a la clase alta y esta situación económica favoreció su desarrollo profesional. Durante su infancia y adolescencia estudió música y dibujo, pasando largas temporadas en ciudades europeas por los negocios de su padre. Este contacto tan temprano con el arte y la cultura despertaron en Cassatt el deseo de dedicarse a la pintura. Y decidió que la ciudad parisina fuese el lugar de trabajo, huyendo de la condescendencia de los ámbitos artísticos de su país. Para ello, primero, tuvo que lidiar con la oposición inicial de su familia.
Una vez allí, en 1865, y al ser rechazada en la Escuela de Bellas Artes, que no admitía mujeres, siguió formándose por su cuenta. Recibió clases privadas de académicos como Jean- Léon Gérôme, copió a los grandes maestros en el Museo del Louvre y, cuando tuvo ocasión, visitó otras pinacotecas europeas.
En 1868, su lienzo El jugador de la mandolina fue aceptado en el Salón de París, círculo del que pronto se despegó. Abrazando, desde sus inicios, el impresionismo cuando Edgar Degas la invitó a formar parte del grupo en 1877. Siendo la única norteamericana oficialmente asociada al movimiento, es decir, que expuso con ellos. Y lo hizo en cuatro ocasiones, en las muestras de 1879, 1880, 1881, 1886, obteniendo sus cuadros una gran acogida.
Con Claude Monet y Berthe Morisot mantuvo una estrecha amistad, aunque su mentor fue Degas. Recogiendo, también, una gran influencia de Camille Pissarro y Édouard Manet. Cassatt revisó su técnica, la composición y el uso del color y la luz. Como temática eligió la representación de la vida de mujeres de su entorno social.
No obstante, su apunte más personal llegó después. Cuando se especializa en escenas íntimas de madres y niños, tratadas con gran ternura y naturalidad y concibiendo una tendencia propia que no se encuentra en la producción de otros impresionistas. Además, experimentó con gran acierto el grabado japonés y el pastel. Con el tiempo, su pincelada se fue volviendo más fiel a la realidad.
Pero Cassatt hizo más por el impresionismo. Gracias a su desahogada posición económica, pudo comprar numerosos trabajos de sus compañeros. Y, en Estados Unidos, se convirtió en una de las principales impulsoras del estilo, organizando diversas exposiciones y animando a los ricos del país a adquirir obras impresionistas.
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