La historia la había olvidado pero más de cien años después ha sido recuperada por la iniciativa llevada a cabo en la Biblioteca Pública Ánxel Casal de Santiago de Compostela. Gracias a esto, lees estas líneas hoy ya que, después de investigar, se llega a la conclusión de que esta magnífica artista lo fue desde el primer momento hasta el último de su vida (sin el reconocimiento adecuado). Nacida en Lugo en 1902, ha sido reconocida como la pintora de la Generación del 27 por excelencia, una artista que fue inspiración de poetas e inspirada por poetas. No es extraño que su manera de pintar sea tan lírica como lo fue su apasionante obra. Nos acercamos tanto a sus lienzos más representativos como a la persona que está detrás del arte.
La obra de Maruxa Mallo: desde Lugo hasta el Reina Sofía
Surrealismo, cubismo y expresionismo confluyeron en una de las artistas que están obteniendo más reconocimiento ahora del que lograron en toda su vida y, por supuesto, del que consigueron después de su muerte. En su obra se denota la ideología de la artista, sus preocupaciones y aversiones. Es el caso de la religión o la militarización, el rol de la mujer, la sociedad, la ideología política y la pobreza. Todo ello queda plasmado en obras como La Verbena (1927). En este óleo sobre lienzo muestra su devoción por el surrealismo y la sátira. Una curiosidad con respecto a esta pintura es que la muestra de la autora fue organizada por Ortega y Gasset.
Dos años después, exiliada en Argentina, contemplaría la que para ella sería la obra que definiría perfectamente lo que es el arte del pueblo. Se trata de su pintura al óleo Canto de Espigas (1929). Esta sería solo la primera de todas las obras que crearía en el país sudamericano ya que su exilio duraría un cuarto de siglo. De esta huida surgirían obras como Cloacas y campanarios (1932), una obra marcadamente surrealista que muestra la vertiente más macabra de la artista. También será la más oscura, la etapa de posguerra.
Su evolución entre obras como la anteriormente citadas hasta Airagu (1979) o Máscara tres-veinte (1979) es brutal hasta el punto de que su estilo marcadamente surrealista, primero, o tenebrista, después, se convierte en una obra rompedora, figurativa y simbólica. Del punto de partida con influencias de artistas como Picasso o Dalí, surge un Ave Fénix inimitable que diseña una miscelánea geométrica y colorista, un mejunje muy alejado del estilo barroco que la vio nacer como pintora. Su evolución se ha calificado por muchos como transgresora pero, desde luego, va más allá de la transgresión. Es un grito de guerra, una manifestación activa de una vanguardista que pasó media vida luchando desde su país natal y otra media en su país adoptivo.
La artista libre en la sociedad de las cadenas
El siglo XX trajo consigo una generación de mujeres artistas que, liberadas durante unos años de República, se negarían a volver a estar encadenadas nuevamente pasada la Guerra Civil. Algunas como Montserrat Gudiol nacieron en el seno de una familia más o menos privilegiada que les brindaría la oportunidad de vivir en una burbuja social, alejadas de una realidad que se negaba a aceptar a la mujer artista. Fue el caso de Maruxa Mallo. Esta mujer que fue conocida en el círculo de Bellas Artes por renegar de su propio estatus que, por supuesto, era el de hija de pudientes ya que por aquel entonces ser descendiente de obreros, mujer y artista era imposible. No obstante, se dedicó a desafiar y boicotear su propio origen durante gran parte de su existencia.
Cuentan de ella que gustaba de llevar pantalones rudimentarios salvo cuando entraba en las iglesias o en los monasterios, que lo hacía con faldas (en los espacios monásticos estaba prohibido por aquel entonces). Admirada por Salvador Dalí, cuentan de ella que le pidió prestada su chaqueta para dar un paseo en bicicleta por el interior de una iglesia mientras se oficiaba una misa.
Sus amigos de la madurez fueron los ya nombrados Ortega y Gasset y Salvador Dalí, el escritor surrealista André Bretón y Pablo Neruda. Para ellos siempre fue una de las grandes representantes del surrealismo (a pesar de que no lo sería para los historiadores de arte encargados de borrar todo rastro de ella en los libros de texto especializados en arte).
El olvido de la mayor representante del surrealismo del siglo XX
Formaba parte del círculo de Dalí o de Bretón, sí, pero era mujer y su ideología se encuadraba en el bando perdedor, como suele suceder cuando se forma parte de la mitad de la humanidad que no ostenta el poder y que busca la igualdad. El único delito de Maruxa Mallo fue ser mujer y eso le costaría 25 años en el exilio. ¿Solo mujer?¿No republicana? Era imposible ser como Maruxa, una mujer libre, y ser otra cosa que no fuera republicana por una sencilla razón; era el único bando que le iba a permitir ser lo que quisiera ser, el único que no solo la veía como una máquina de procrear. Ese fue el motivo por el que se marchó: para continuar siendo libre.
Y lo sería. Lo sería hasta que su regreso a Madrid, tan frío y desalmado como lo es el vacío más absoluto, ese que le hizo una España que la vio crecer, le recordara que nada había cambiado. Han tenido que pasar otros 25 años desde su regreso para que sus obras sean referidas a nivel internacional y para que se recupere su memoria. Actualmente, se pueden contemplar algunas de sus pinturas (casi todas adquiridas a finales de la década de los 80) en el Museo Reina Sofía.
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