El arte es una gran inversión, eso ya lo sabemos. Una obra de arte importante siempre tenderá a revalorizarse con el tiempo. Por eso muchos inversores, sobre todo en tiempos de crisis, apuestan por el mercado del arte. Igual que los cacos. Robar un cuadro o una pequeña escultura puede ser el negocio de toda una vida. “Con esto me retiro”, se puede pensar.
Pero robar arte no es sencillo, no solo hay que burlar las medidas de seguridad de los museos —o de los domicilios privados— que custodian las obras, sino que luego hay que tener paciencia para vender: manejar un cuadro robado es el gran problema de los hurtos artísticos. Y es en esa fase cuando caen muchos ladrones. En la siguiente lista recopilamos algunos de esos insólitos robos de grandes obras de la historia del arte.
El Grito (Munch)
Gritos hay unos cuantos, por eso es una obra jugosa para los ladrones: tienen varias opciones donde elegir. En 1994, aprovechando la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer, dos ladrones irrumpieron de madrugada en el Museo Munch de Oslo. Con una escalera, uno de los cacos se coló en la sala que albergaba El Grito. Se lo llevó y dejó una nota irónica: “gracias por la falta de seguridad”.
El ladrón cayó un tiempo más tarde en una operación encubierta cuando unos policías fingieron ser compradores interesados en la obra. Y es que robar un Munch puede ser coser y cantar. Pero a ver cómo lo vendes. Seis años en la cárcel le costó a Pal Enger, el ladrón, el “reto y el juego” que suponía (volver) a robar un Munch. Y es que el tipo ya había robado otro una década antes. Un fan del mítico pintor noruego, sin duda.
La Gioconda (Da Vinci)
Es el retrato más famoso de la historia y uno de los cuadros más venerados del mundo. El 21 de agosto de 1911, el carpintero Vincenzo Peruggia se ocultó en un armario del Louvre y aprovechó la mañana del día de descanso del museo para descolgar el cuadro y sacarla de su marco. Aunque llegó a cruzarse con un guardia del Louvre, el hecho de ir vestido como los empleados del museo le permitió cruzar la puerta hacia la calle… con la Mona Lisa oculta bajo su gabardina. Un robo de película que tampoco terminó bien para el ladrón.
Dos años más tarde, una carta anónima firmada por un tal Leonardo enviada a un anticuario de Roma ofrecía “devolver” la Gioconda a Italia. El anticuario se puso en contacto con los responsables de los Uffizi y el ladrón terminó cayendo, aunque solo fue condenado a poco más de un año de cárcel.
¿Y por qué el bueno de Vincenzo tuvo retenido el cuadro más famoso del mundo en el armario de su cocina? Unos dicen que fue una reivindicación nacionalista, pero lo cierto es que dos estafadores estuvieron vendiendo falsas Giocondas durante los dos años que faltó el cuadro del Louvre en probable connivencia con Vincenzo Peruggia.
Retrato del Duque de Wellington (Goya)
“Si quieren volver a ver el cuadro, bajen las tasas de televisión para los jubilados”. Motivaciones para robar un cuadro puede haber muchas, pero ninguna como la de Kempton Bunton, un taxista jubilado que se coló por la ventana de un baño de la National Gallery de Londres en 1961. Tras el robo, las autoridades asumieron que detrás del asunto tenía que estar un ladrón experto y se pasaron varios años tratando de resolver el caso… hasta que la agencia Reuters recibió una carta solicitando una donación de 140.000 libras a organizaciones benéficas para pagar las licencias de la televisión a cambio de devolver la pintura. Finalmente, Bunton devolvió la obra voluntariamente, siendo condenado a tres meses de cárcel… por no devolver el marco.
El Tesoro Delfín del Museo del Prado
El 20 de septiembre de 1918 desaparecen 18 piezas del Tesoro Delfín, un conjunto de 120 obras de los siglos XVI y XVII que perteneció al hijo de Luis XIV, padre de Felipe V. El caso se encarga a Ramón Fernández de Luna, conocido como el Sherlock Holmes español. Pocos días más tarde del robo, llega un paquete anónimo al Prado con una arandela robada.
Al día siguiente, un anticuario presenta a dos jóvenes con joyas del Tesoro que confesaron haberlas adquirido a un platero de la calle San Bernardo en Madrid. Semanas más tarde cae Rafael Coba, funcionario del Museo del Prado que confiesa el modus operandi del robo (el ladrón se coló por el patio de calefacciones) pero no haber sido el autor material. Menos Coba, que cumplió seis meses de cárcel, el resto de los implicados fueron absueltos. Eso sí, el director y el subdirector del Museo del Prado tuvieron que dimitir.
El Caso Gardner
Y para terminar esta selección de varios de los robos más insólitos de la historia del arte, un caso sin resolver. El 18 de marzo de 1990, dos ladrones se llevaban trece piezas del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston. Su método fue un poco menos limpio que los anteriores: fingieron ser policías que llegaban al museo por un aviso de robo camelando a los guardias de seguridad para reducirlos y maniatarlos una vez dentro.
Durante algo más de una hora consiguieron llevarse 13 piezas entre las que se encontraban un Vermeer y tres Rembrandt. El hecho de que los ladrones conocieran el sistema de alarma del museo —solo se llevaron obras sin alarma individual— hizo sospechar sobre miembros de la organización del museo, pero esa pista nunca germinó. 30 años después todavía se siguen ofreciendo recompensas de hasta cinco millones de dólares por datos que informen del paradero de las piezas. ¿Tal vez ha llegado el momento de confesar?
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