La actividad de los últimos clásicos, aquellos que llevaron la tradición surgida en el Renacimiento hasta su parada final: la modernidad, cayó en el olvido. Arrollada por la ola impresionista y las vanguardias, nadie había considerado necesario destacar la importancia de la pintura académica. Hasta ahora.

La Fundación Mapfre organiza El canto del cisne. Pinturas académicas del Salón de París. Una exposición que reúne, por primera vez, las mejores obras de los grandes pintores academicistas franceses de la segunda mitad del siglo XIX y revisa cómo adaptaron la tradición a los cambios determinados por la evolución de la sociedad.

Nacimiento de Venus. 1863. Alexandre Cabanel

Nacimiento de Venus. 1863. Alexandre Cabanel

 

Se trata de 84 cuadros, todos propiedad del Museo d’Orsay, con poco recorrido tanto dentro como fuera de Francia. Algunos de ellos pasaron de ser admirados en el principal escaparate del mundo del arte, como era el Salón de París, al sótano de la pinacoteca.

A la cita acuden nombres como Ingres, Gérôme, Cabanel, Bouguereau, Meissonier, Henner, Alma- Tadema o Bonnat. También se suman otros no catalogados como académicos, pero que en alguna ocasión participaron en él, como Courbet, Moreau o Renoir. En definitiva, un selecto conjunto de artistas que compartieron una norma: la del buen gusto artístico decretada por la Academia de Bellas Artes de París. Esta toma forma en el estudio del desnudo, la corrección estilística, la preeminencia del dibujo sobre el color y el equilibrio compositivo. A lo que los últimos académicos añadieron una iconografía romántica, cualidades cinematográficas y, sobre todo, una clara intención narrativa. La muestra, además, mantiene los géneros preferentes del Salón. Estos eran historia, mitología, religión, desnudo y retrato.

Campaña de Francia de 1814. 1864. Ernest Meissonier

Campaña de Francia de 1814. 1864. Ernest Meissonier

 

La pintura académica del siglo XIX se fijaba en el pasado como objeto de representación y, poco a poco, iba incorporando la modernidad que el público pedía. En las referencias a la Antigüedad, las escenas de la vida cotidiana se convirtieron en protagonistas. En la pintura de historia, el contenido moral, con el que antes se expresaba el ideal clásico, se fue desvaneciendo y el tono ejemplar dio paso a la espectacularidad. Igualmente, en la búsqueda de ambientes y contrastes más atractivos, muchos pintores dirigieron su mirada hacia el exotismo de Oriente y de los paisajes soñados.

El desnudo femenino fue uno de los temas más recurridos y el que mejor respondía a su propósito de manifestar la belleza en consonancia con la naturaleza. Pero, además, se consentían exhibir carnosidad y erotismo a partes iguales. En materia religiosa, los artistas académicos reinventan un género que se había quedado vacío de significado. Para ello, recurren especialmente a escenas del Antiguo Testamento, en las que el dolor y drama se refinan.

Job. 1880. Léon Bonnat

Job. 1880. Léon Bonnat

 

El fin de la pintura académica fue también el de la primacía de la belleza ideal. Lugar que, con las vanguardias, ocuparía la libertad. Hasta el 3 de mayo en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre en Madrid, el estilo clásico más moderno resurge.