Si hacemos un repaso a la historia de la pintura descubriremos un importante grupo de imágenes que recogen los efectos del paso del tiempo, es decir, que desarrollan el popular tema de las tres edades del ser humano: infancia, juventud y vejez. Asunto que ha servido para conocer la visión de muchos maestros del arte sobre la fugacidad y el destino inexorable de la vida. A continuación, la versión de cuatro de ellos.
Las edades y la muerte de Hans Baldung (1541- 1544)
Ya en el siglo XVI, el alemán Hans Baldung se valió de un siniestro paisaje, construido sobre los cimientos de un lenguaje expresionista desolador, para interpretar este tema. La muerte, con su reloj de arena y lanza rota, agarra a una anciana que, a su vez, quiere llevarse consigo a una bella joven. En el suelo, el sueño inocente de un bebé permanece imperturbable. Este óleo y su compañero, Las Tres Gracias (1541- 1544), presentan, a modo de vanitas, una alegoría moralizante sobre la brevedad de la existencia humana destacando, en particular, la destrucción de la belleza.
Alegoría del tiempo gobernado por la prudencia de Tiziano (1561)
Por su parte, Tiziano confeccionó una compleja pintura alegórica en la que expresa el equilibrio que debe existir entre las tres edades sustentado por la prudencia. El lienzo también alude a otras virtudes, como memoria e inteligencia, las cuales deben orientar al individuo en cada etapa de su vida, por medio de las cabezas de animales que escoltan a las tres figuras humanas. Estas se han identificado como su primo Marco, a la derecha; en el centro, su hijo Orazio, y a la izquierda, el propio pintor. No obstante, su propósito es insistir en la necesidad de la continuidad de la prudencia. Lo hace mediante el uso de la luz que incide de manera directa sobre el joven y va languideciendo conforme se dirige hacia el rostro del anciano y lo termina de afirmar con la inscripción: “Del pasado al presente es preciso actuar con prudencia para no arruinar la acción futura”.
Las tres edades de la vida de Friedrich (1835)
Respondiendo a la estética romántica, Friedrich pintó un asombroso paisaje natural en el que medita acerca del paso del tiempo. El paisaje reúne a cinco personajes y al mismo número de navíos. Se trata de una alegoría del viaje vital que, como todas sus obras, guarda un claro contenido espiritual. En primer plano, hay algunos aparejos de pesca, como redes y una barca al revés que apunta al anciano que está de espaldas, vestido con un largo abrigo y un birrete y apoyado en un bastón. El hombre mayor es Friedrich y el resto, miembros de su familia que, contrariamente, llevan ropa de verano. Parece que el artista se despide de ellos y se dispone a subir a su velero para afrontar el destino inherente a la propia existencia.
Las tres edades de la mujer de Klimt (1905)
La pintura simbolista de Klimt reproduce las tres edades de la vida a través de tres figuras femeninas conectando la infancia y la juventud con la maternidad. Así, destaca una madre con su hija en brazos de frente con los ojos cerrados. Existe una armonía placentera entre ambas y el gesto de la madre apoyando su cabeza sobre la de su hija transmite una gran ternura. Igualmente, su rostro y la luz que recibe le otorgan un halo de plenitud. La tercera mujer es una anciana. Ella, sin embargo, se muestra de perfil, con el rostro cubierto por su mano y por el cabello grisáceo evocando, de este modo, la decadencia y la soledad que acompañan a la muerte.
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