Desde que se puso en duda la palabra de Giorgio Vasari sobre la identidad de La Gioconda, han brotado miles de leyendas y conjeturas acerca de quién es la misteriosa joven de expresión indescifrable. La última, una esclava china y madre del mismísimo Leonardo da Vinci (1452- 1519).
Esta sorprendente propuesta pertenece al historiador y novelista italiano afincado en Hong Kong, Angelo Paratico. Quien, tras una investigación de dos años, ha llegado a la conclusión de que existen vínculos que relacionan el Lejano Oriente con la vida y obra del genio florentino. Aunque desvelará todos los detalles en el libro que está terminando, ha dejado algunas pistas.
Al parecer, la madre de Da Vinci podría ser la esclava oriental de un cliente de su padre. La cual tenía el mismo nombre que se le ha atribuido a la ascendiente directa del artista, considerada una campesina local, Caterina. Y llega a esta afirmación por deducción. Ya que el historiador asegura que, en el Renacimiento, los esclavos que venían a países como Italia y España procedían, en su mayoría, de Oriente.
Lugar con el que conecta algunos aspectos de Leonardo. Como su escritura o su alimentación vegetariana. Y con China, su obra. Amparándose en la teoría formulada por Sigmund Freud en 1910, retoma la idea de que La Mona Lisa es la madre del artista. Y, de la misma manera, por deducción, infiere que su progenitora es de origen chino. De donde encuentra originario el paisaje del retrato y las facciones de la modelo.
Pero La Gioconda ha tenido más vidas. La que se ha dado por buena es la de Lisa Gherardini, aristócrata florentina y segunda esposa de Francesco del Giocondo, un influyente comerciante de seda. De ahí, su nombre: Gioconda (Lisa del Giocondo) y Mona Lisa (Doña Lisa). Recobrando, así, su identidad pasada. La otorgada, en 1550, por el biógrafo renacentista Giorgio Vasari. De hecho, nunca fue cuestionada hasta 1911, tras el robo del lienzo del Museo del Louvre. En el siglo XXI, esta hipótesis fue rescatada, entre otros, por el profesor e investigador Giuseppe Pallanti y por un grupo de académicos alemanes de la Universidad de Heidelberg.
Igualmente, se han hecho otras especulaciones. Una de ellas reconoce en la joven a Isabel de Este. O a Gualanda, amante de Juliano de Médici. También, se ha dicho que el rostro podría estar inspirado en un alumno de Da Vinci con quien, supuestamente, tuvo algún tipo de relación sentimental, Gian Giacomo Caprotti, conocido como Salai. Incluso, se llegó a difundir que era un autorretrato de Leonardo disfrazado de mujer.
La curiosidad no ha hecho más que aumentar con el paso del tiempo al no aparecer pruebas concluyentes que resuelvan las dudas. Revelándose, entre tanto, otros aspectos llamativos que alimentan, aún más, el interrogante. Por ejemplo, científicos canadienses localizaron un velo transparente atado al cuello de la blusa de La Gioconda, que solían usar las mujeres embarazadas o madres recientes. Así como, el hallazgo de una hermana gemela en el Museo del Prado. Un retrato ejecutado, en paralelo, por alguno de sus pupilos.
¿Quién inspiró realmente su rostro? ¿Por qué Da Vinci no se separó nunca del cuadro? Más allá de su sonrisa y de sus cualidades artísticas, parece que La Gioconda siempre será un enigma.
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