¿Por qué no podemos dejar de mirar ese cuadro que, aparentemente, no nos dice nada? Es el sencillo placer de contemplar la combinación de unos colores sobre un lienzo, de libar las texturas de la superficie pictórica sin más pretensión que alimentar nuestro sentido estético. A menudo nos empeñamos en echar mano de sesudas hojas de ruta para discernir el significado oculto de una obra, tensamos tanto el razonamiento que asfixiamos nuestra sensibilidad estética. La pintura decorativa de Simone Decorart es oxígeno para el asmático de la razón. Y no necesita manual, solo abrir los ojos y dejar que el hemisferio derecho del cerebro haga el resto del trabajo.
En Marina Rosa, Simone mezcla acrílicos con minerales para crear una textura especial. Se trata de una marina casi abstracta —como la mayoría de las obras abstractas— fresca y vital. Habrá quien vea un cielo y un mar, un barco y unos rayos de sol, y habrá quien solo perciba un magma de azules en el que emerge un rosa que contiene la melancolía. En otra Marina, Simone opta por unos tonos mucho más fríos con un mar casi negro y un cielo borrascoso que ocupa buena parte del lienzo: y es que hay días en los que apetece un poco de tormenta.
Paisaje Abstracto, por su parte, tiene más vigor plástico y su armonía cromática resulta más satisfactoria. La representación del paisaje es tan vaga que deja al espectador sin asideros figurativos potenciando de esta forma la impresión estética: la paz de los tonos blancos y rosados de la mitad superior contrasta con los azules oscuros y, sobre todo, el amarillo de la parte inferior. Junto a ello La textura rugosa generada través de capas sucesivas y el acabado vaporoso de las aguadas transparentes de color contribuyen a que el aroma de este cuadro sea más persistente.
En la misma línea que Paisaje Abstracto, pero con una mayor economía cromática, está Sin Título, con esos esos azules oscuros casi negros que dominan parte de la zona superior del cuadro y se extienden como dos brazos, uno hacia abajo y otro dividendo la superficie. El gris rugoso desciende desde uno de esos brazos, con el blanco dominando el resto de la superficie. Esta composición tiene como resultado una obra fría, tensa y amenazadora.
Y si hablamos de amenazas, debemos referirnos a una de las obras de su serie sobre metacrilato. Sin título es como una pesadilla sangrienta, casi una visión apocalíptica de la que no hay escapatoria estética. Nos hemos convertido en voyeurs del miedo: a pesar de la herida, no somos capaces de apartar la mirada.
Así mismo, esta serie muestra el interés de Simone por probar diferentes técnicas para lograr sus ambiciones artísticas. En este caso, concibe el cuadro como un grabado pintando la obra al revés, desde el primer plano a las transparencias.
Tras el apocalipsis escarlata, nuestro espíritu pide un receso y en la sala de curas nos encontramos Summer Afternoon, un gozoso cuadro en formato vertical en el que el verano y sus flores vibran en rosas, verdes y azules intensos y ácidos.
Aunque la producción de Simone Art se centra en cuadros abstractos de vagos recuerdos figurativos, también brilla con luz propia algunos de sus cuadros netamente figurativos como el radiante y pulcro Geisha cuya mirada ambigua seduce pero turba.
Como turba Viuda Negra, obra que nos recuerda que detrás del ropaje espléndidamente decorativo de Simone se encuentra la oscura rockera Paula Segarra, artista formada en la facultad de Bellas Artes de la Universidad San Carlos de Valencia.
En los últimos tiempos hemos podido disfrutar de su producción en exposiciones individuales como Free Flowing (Las Rozas) o en Art Fair (Málaga) en las que se exhibían obras de sus series Abisales o de La edad de oro del sacrificio. Así constatamos la versatilidad de una artista que es capaz de hacernos oír el rumor de las olas y el canto de los pájaros mientras nos espera a la vuelta de la esquina con sonrisa perversa y pincel afilado dispuesta a asestar una puñalada estética en nuestro corazón soñoliento.
Si Simone se presenta como el Yang, Paula es el Yin: sus (otras) obras exploran la faceta siniestra del ser humano, lo turbador y lo misterioso. Pero la explora hasta el umbral, porque la puerta del misterio no se cruza… salvo que no quieras volver.
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